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Juan 11:2 - Nueva Versión Internacional 2019 (simplificada - Nuevo Testamento)

2 María fue la que ungió con perfume al Señor y le secó los pies con sus cabellos.

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Más versiones

Biblia Reina Valera 1960

2 (María, cuyo hermano Lázaro estaba enfermo, fue la que ungió al Señor con perfume, y le enjugó los pies con sus cabellos.)

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Biblia Nueva Traducción Viviente

2 María era la misma mujer que tiempo después derramó el perfume costoso sobre los pies del Señor y los secó con su cabello. Su hermano, Lázaro, estaba enfermo.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

2 Esta María era la misma que ungió al Señor con perfume y le secó los pies con sus cabellos. Su hermano Lázaro era el enfermo.

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La Biblia Textual 3a Edicion

2 (Y Miriam, cuyo hermano Lázaro estaba enfermo, era aquella que había ungido al Señor con perfume, y enjugado los pies con sus cabellos.)°

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

2 María era la que ungió al Señor con perfume y le enjugó los pies con sus cabellos. Lázaro, el que había caído enfermo, era su hermano.

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Juan 11:2
11 Referencias Cruzadas  

En Betania, mientras Jesús estaba sentado a la mesa en casa de Simón llamado el Leproso, llegó una mujer con un frasco muy fino. El frasco estaba lleno de un perfume muy costoso, hecho de nardo puro. Ella rompió el frasco y derramó el perfume sobre la cabeza de Jesús.


Al verla, el Señor sintió compasión de ella y le dijo: ―No llores.


y los envió al Señor a preguntarle: ―¿Eres tú el que estábamos esperando o debemos esperar a otro?


―Señor —le dijo Marta a Jesús—, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto.


Las dos hermanas mandaron a decirle a Jesús: «Señor, tu amigo querido está enfermo».


María llegó adonde estaba Jesús. Al verlo, se arrojó a sus pies y le dijo: ―Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto.


María tomó en sus manos como medio litro de nardo puro, que era un perfume muy caro. Ella fue y lo derramó sobre los pies de Jesús, y luego se los secó con sus cabellos. Y la casa se llenó de la fragancia del perfume.


Ustedes me llaman Maestro y Señor, y dicen bien, porque lo soy.


Pues, si yo, el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies los unos a los otros.


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