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Hechos 26:10 - Nueva Versión Internacional 2019 (simplificada - Nuevo Testamento)

10 Eso es precisamente lo que hice en Jerusalén. Con la autoridad de los jefes de los sacerdotes metí en la cárcel a muchos de los creyentes. Y, cuando los mataban, yo daba mi aprobación.

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Más versiones

Biblia Reina Valera 1960

10 lo cual también hice en Jerusalén. Yo encerré en cárceles a muchos de los santos, habiendo recibido poderes de los principales sacerdotes; y cuando los mataron, yo di mi voto.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

10 Por cierto, eso fue justo lo que hice en Jerusalén. Con la autorización de los sacerdotes principales, hice que muchos creyentes de allí fueran enviados a la cárcel. Di mi voto en contra de ellos cuando los condenaban a muerte.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

10 Así lo hice en Jerusalén con los poderes que me dieron los jefes de los sacerdotes: hice encarcelar a muchos creyentes, y cuando eran condenados a muerte, yo di también mi voto.

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La Biblia Textual 3a Edicion

10 lo cual, en efecto, hice en Jerusalem, pues luego de recibir autorización de parte de los principales sacerdotes, no sólo encerré yo en cárceles a muchos de los santos, sino que deposité la piedrecita° en contra cuando los mataban.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

10 Y lo hice en Jerusalén; encerré a muchos de los fieles en la cárcel, con autorización que recibía de los pontífices. Cuando se los condenaba a muerte, yo daba mi voto contra ellos.

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Hechos 26:10
17 Referencias Cruzadas  

Lo sacaron a empujones fuera de la ciudad y comenzaron a apedrearlo. Los acusadores dejaron sus ropas al cuidado de un joven llamado Saulo.


Y Saulo estaba allí, aprobando la muerte de Esteban. Aquel día se desató una gran persecución contra la iglesia en Jerusalén. Todos, excepto los apóstoles, tuvieron que huir a las regiones de Judea y Samaria.


Saulo, por su parte, causaba problemas a la iglesia. Iba de casa en casa, arrastraba fuera a hombres y mujeres, y los metía en la cárcel.


Todos los que le oían quedaban asombrados y preguntaban: «¿No es este el que en Jerusalén perseguía a muerte a los que invocan ese nombre? ¿Y no ha venido aquí para llevárselos presos y entregarlos a los jefes de los sacerdotes?».


Cuando llegó a Jerusalén, trataba de juntarse con los discípulos. Pero todos tenían miedo de él, porque no creían que de veras fuera discípulo.


Pedro, que estaba recorriendo toda la región, fue también a visitar a los creyentes que vivían en Lida.


Él, tomándola de la mano, la levantó. Luego llamó a los creyentes y a las viudas, a quienes la presentó viva.


Creo que soy el más insignificante de los apóstoles. Y ni siquiera merezco ser llamado apóstol, porque perseguí a la iglesia de Dios.


Ustedes ya saben cómo era yo cuando pertenecía a la religión judía. Yo perseguía con furia a la iglesia de Dios, tratando de destruirla.


Los saluda Pablo. Soy apóstol de Cristo Jesús porque Dios así lo quiso. Esta carta va dirigida a los creyentes que están en Éfeso y que siguen confiando en Cristo Jesús.


Vi que la mujer se había emborrachado con la sangre de los creyentes que dieron su vida por hablar acerca de Jesús. Al verla, quedé muy asombrado.


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