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Gálatas 2:11 - Nueva Versión Internacional 2019 (simplificada - Nuevo Testamento)

11 Pues bien, cuando Pedro fue a Antioquía, le reclamé su comportamiento y le dije que hacía mal.

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Más versiones

Biblia Reina Valera 1960

11 Pero cuando Pedro vino a Antioquía, le resistí cara a cara, porque era de condenar.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

11 Pero cuando Pedro llegó a Antioquía, tuve que enfrentarlo cara a cara, porque él estaba muy equivocado en lo que hacía.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

11 Tiempo después, cuando Cefas vino a Antioquía, le enfrenté en circunstancias en que su conducta era reprensible.

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La Biblia Textual 3a Edicion

11 Pero cuando Cefas° fue a Antioquía, me opuse a él cara a cara, porque era de condenar.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

11 Pero cuando llegó Cefas a Antioquía me opuse a él abiertamente, porque era digno de reprensión.

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Gálatas 2:11
31 Referencias Cruzadas  

Pero Jesús se dio vuelta y le dijo a Pedro: ―¡Aléjate de mí, Satanás! Quieres hacerme desobedecer; no piensas desde el punto de vista de Dios, sino del punto de vista humano.


Luego lo llevó a Jesús, quien, mirándolo fijamente, le dijo: ―Tú eres Simón, hijo de Juan. Serás llamado Cefas (es decir, Pedro).


Los que habían huido a causa de la persecución que se desató por el caso de Esteban llegaron hasta Fenicia, Chipre y Antioquía. Allí anunciaban el mensaje solamente a los judíos.


Sin embargo, había entre ellos algunas personas de Chipre y de Cirene. Estas personas llegaron a Antioquía y comenzaron a hablarles también a los de habla griega. Les anunciaron la buena noticia acerca del Señor Jesús.


La noticia de estas cosas llegó a oídos de la iglesia de Jerusalén. Así que, mandaron a Bernabé a Antioquía.


Por aquel tiempo unos profetas bajaron de Jerusalén a Antioquía.


Algunos hombres de Judea llegaron a Antioquía y se pusieron a enseñar a los creyentes. Les decían: «A menos que ustedes se circunciden, obedeciendo a la tradición de Moisés, no pueden ser salvos».


Entonces algunos creyentes que pertenecían al grupo de los fariseos se pusieron de pie y dijeron: ―Es necesario circuncidar a los no judíos y exigirles que obedezcan la Ley de Moisés.


Pero considero que en nada soy inferior a esos que se creen «superapóstoles».


Me he portado como un loco, pero ustedes me han obligado a ello. Ustedes debían hablar bien de mí, pues de ningún modo soy inferior a los tales «superapóstoles», aunque yo no soy nada.


Así que de ahora en adelante no valoramos a nadie siguiendo criterios humanos. Antes valorábamos a Cristo de esa manera, pero ya no lo hacemos así.


Después de tres años, subí a Jerusalén para visitar a Pedro, y me quedé con él quince días.


Pude ver que no actuaban correctamente, pues no era lo que enseñábamos con el mensaje de la buena noticia. Entonces le dije a Pedro delante de todos: «Si tú, que eres judío, vives como si no lo fueras, ¿por qué obligas a los no judíos a practicar la religión judía?


Ni por un momento aceptamos obedecer a esas personas. Queríamos que ustedes continuaran creyendo en el verdadero mensaje de la buena noticia.


Al contrario, reconocieron que a mí se me había confiado predicar la buena noticia a los no judíos, y a Pedro predicarla a los judíos.


En efecto, Santiago, Pedro y Juan, que eran considerados líderes importantes, reconocieron que Dios, aunque yo no lo merecía, me escogió. Entonces nos dieron la mano a Bernabé y a mí aceptándonos como compañeros. Y acordamos que nosotros iríamos a los no judíos y ellos a los judíos.


A los que pecan, repréndelos en público para que sirva de advertencia a los demás.


Todos fallamos mucho. Si alguien nunca falla en lo que dice, es una persona perfecta. Esa persona es capaz también de controlar todo su cuerpo.


Queridos hermanos en la fe, mucho he deseado escribirles acerca de la salvación que ustedes y yo compartimos. Pero ahora siento la necesidad de escribirles acerca de otro asunto: para rogarles que luchen fuertemente por defender todo en lo que hemos creído. Porque esa enseñanza fue entregada para siempre a los creyentes.


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