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Efesios 1:13 - Nueva Versión Internacional 2019 (simplificada - Nuevo Testamento)

13 Ustedes oyeron el mensaje de la verdad, la buena noticia que les trajo la salvación. Cuando creyeron en ese mensaje, recibieron el Espíritu Santo prometido. Y, al recibirlo, fueron marcados como propiedad de Dios. Y esto se lo debemos a Cristo.

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Más versiones

Biblia Reina Valera 1960

13 En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa,

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Biblia Nueva Traducción Viviente

13 Y ahora ustedes, los gentiles, también han oído la verdad, la Buena Noticia de que Dios los salva. Además, cuando creyeron en Cristo, Dios los identificó como suyos al darles el Espíritu Santo, el cual había prometido tiempo atrás.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

13 También ustedes, al escuchar la Palabra de la Verdad, el Evangelio que los salva, creyeron en él, quedando sellados con el Espíritu Santo prometido,

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La Biblia Textual 3a Edicion

13 en Él también vosotros, habiendo oído la palabra de la verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en Él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo prometido,

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

13 En él también vosotros, después de haber oído la palabra de la verdad, el Evangelio de vuestra salvación; en él también, después de haber creído, habéis sido sellados con el Espíritu Santo de la promesa,

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Efesios 1:13
38 Referencias Cruzadas  

Pues, si ustedes, aun siendo malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre celestial dará el Espíritu Santo a quienes se lo pidan!».


Ahora voy a enviarles lo que ha prometido mi Padre. Pero ustedes quédense en la ciudad hasta que hayan recibido el poder de lo alto.


La Ley fue dada por medio de Moisés, pero el amor inmerecido de Dios y la verdad nos han llegado por medio de Jesucristo.


Pero el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, les enseñará todas las cosas. Y les hará recordar todo lo que les he dicho.


»Yo les enviaré, de parte del Padre, al Consolador. Él es el Espíritu de verdad que procede del Padre. Cuando él venga, testificará acerca de mí.


El que lo recibe deja en claro que Dios dice la verdad.


No trabajen por la comida que pronto se acaba. Trabajen por la que permanece para vida eterna. Esa comida se la dará el Hijo del hombre, sobre quien Dios el Padre ha puesto su sello de aprobación.


Una vez, mientras comía con ellos, les ordenó: ―No se alejen de Jerusalén, sino esperen la promesa del Padre, de la cual les he hablado:


»Amigos israelitas, descendientes de Abraham, pongan atención. Y ustedes también, los no judíos que respetan a Dios, escuchen: a nosotros se nos ha enviado este mensaje de salvación.


Dios, con su poder, le dio un sitio de honor. Y él, habiendo recibido del Padre el Espíritu Santo prometido, nos lo ha dado a nosotros. Esto es lo que ustedes ahora ven y oyen.


Les digo la verdad, no me avergüenzo del mensaje de la buena noticia. Es un mensaje con el poder de Dios para la salvación de todos los que creen: primero de los judíos, pero también de los no judíos.


Es más, él fue circuncidado luego, como una señal de que había sido declarado justo por su fe. Por tanto, Abraham es considerado el padre de todos los que creen aunque no hayan sido circuncidados. Pues a estos se les toma en cuenta su fe y son declarados justos.


Pero, gracias a Dios, aunque antes eran esclavos del pecado, ahora viven obedeciendo de corazón la enseñanza que les fue dada.


nos tomó como propiedad suya. Él puso su Espíritu en nuestro corazón como garantía de sus promesas.


Con el poder que Dios nos da, anunciamos un mensaje verdadero. Cuando nos atacan, nos defendemos y contratacamos con la justicia.


Así sucedió, para que, por medio de Cristo Jesús, la bendición prometida a Abraham llegara a las naciones. De ese modo, también por creer en Cristo recibimos el Espíritu que Dios nos ha prometido.


Pues se les habló y se les enseñó toda la verdad que Jesús compartió.


No hagan que el Espíritu Santo de Dios se ponga triste por su mala conducta. Pues el Espíritu es como un sello que ustedes llevan en su cuerpo. Con ese sello serán reconocidos como propiedad de Dios cuando llegue el día de su salvación final.


Así que no dejamos de dar gracias a Dios. Pues, cuando ustedes oyeron el mensaje de Dios que les predicamos, lo aceptaron. Lo aceptaron no como un mensaje de parte de alguna persona, sino como lo que realmente es, un mensaje de Dios. Ese mensaje cambió la vida de ustedes, los que creen.


Esfuérzate por presentarte ante Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse y que enseña correctamente el verdadero mensaje.


A pesar de todo, lo que hemos creído tiene un sólido fundamento, el cual Dios ha puesto y se mantiene firme. Es como si nuestra vida fuera un edificio cuyos cimientos tienen una inscripción que dice: «El Señor conoce a los suyos», y esta otra: «Que se aparte de la maldad todo el que dice creer en el Señor».


Desde tu niñez conoces las Sagradas Escrituras, que pueden darte la sabiduría necesaria para la salvación por medio de la fe en Cristo Jesús.


En verdad, Dios le ha mostrado a toda la humanidad su amor, un amor que nadie merece, pero que trae salvación.


Si eso fue así, entonces ¿cómo escaparemos nosotros si descuidamos una salvación tan grande? Esta salvación fue anunciada primeramente por el Señor, y los que la recibieron nos confirmaron que era verdad.


Por su propia voluntad nos dio una nueva vida, por medio del mensaje de la verdad. Lo hizo para que fuéramos como los primeros y mejores frutos de su creación.


Por esto, dejen atrás toda acción de maldad, pues ya hay mucha gente haciendo el mal en este mundo. Acepten con humildad el mensaje que Dios les ha dado, pues ese mensaje tiene poder para salvarlos.


Ustedes antes ni siquiera eran pueblo, pero ahora son pueblo de Dios. Antes no habían recibido misericordia, pero ahora ya la han recibido.


A los cuatro ángeles se les había permitido hacer daño a la tierra y al mar. Entonces vi también a otro ángel que venía del oeste con el sello del Dios vivo, y este les gritó con voz fuerte a los cuatro ángeles:


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