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Apocalipsis 2:23 - Nueva Versión Internacional 2019 (simplificada - Nuevo Testamento)

23 A los hijos de esa mujer los heriré de muerte. Así sabrán todas las iglesias que yo soy el que conoce a fondo la mente y el corazón. A cada uno de ustedes lo trataré de acuerdo con sus acciones.

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Más versiones

Biblia Reina Valera 1960

23 Y a sus hijos heriré de muerte, y todas las iglesias sabrán que yo soy el que escudriña la mente y el corazón; y os daré a cada uno según vuestras obras.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

23 Heriré de muerte a sus hijos. Entonces todas las iglesias sabrán que yo soy el que examina los pensamientos y las intenciones de cada persona. Y le daré a cada uno de ustedes lo que se merezca.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

23 A sus hijos los heriré de muerte; así entenderán todas las Iglesias que yo soy el que escudriña el corazón y la mente, dando a cada uno según sus obras.

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La Biblia Textual 3a Edicion

23 y a sus hijos mataré con mala muerte,° y todas las iglesias conocerán que Yo soy el que escudriña riñones y corazones,° y os daré a cada uno de vosotros conforme a vuestras obras.°

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

23 A sus hijos los mataré sin remisión, y conocerán todas las Iglesias que soy yo quien escruta los corazones y las entrañas. Yo os daré a cada uno de vosotros según sus obras.

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Apocalipsis 2:23
39 Referencias Cruzadas  

Porque el Hijo del hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces recompensará a cada persona según lo que haya hecho.


Él les dijo: «Ustedes se hacen los buenos ante la gente, pero Dios conoce sus corazones. Dense cuenta de que aquello que la gente tiene en gran estima es detestable delante de Dios.


Por tercera vez Jesús le preguntó: ―Simón, hijo de Juan, ¿me quieres? A Pedro le dolió que por tercera vez Jesús le hubiera preguntado: «¿Me quieres?». Así que le dijo: ―Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero. ―Apacienta mis ovejas —le dijo Jesús—.


―Ve a llamar a tu esposo y vuelve acá —le dijo Jesús.


Y oraron así: «Señor, tú conoces el corazón de todos. Muéstranos a cuál de estos dos has elegido.


Así que cada uno de nosotros tendrá que dar cuentas ante Dios.


Y Dios, que conoce nuestros corazones, sabe qué es lo que el Espíritu le dice. El Espíritu ruega a Dios por los que creen en él, y todo lo que pide está de acuerdo con la voluntad de Dios.


Pues es necesario que todos nos presentemos ante el tribunal de Cristo. Allí cada uno recibirá lo que le corresponda, según lo bueno o malo que haya hecho mientras vivió en el cuerpo.


Que cada uno se haga responsable de su propia conducta.


Ninguna cosa creada escapa a la vista de Dios. Todo está al descubierto, expuesto a los ojos de aquel a quien hemos de rendir cuentas.


Ustedes llaman Padre al Dios que juzga por igual las acciones de cada uno. Por eso deben ser humildes y obedientes mientras vivan en este mundo como si fueran extranjeros.


El que tenga oídos, que oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. El vencedor no sufrirá daño alguno de la segunda muerte, es decir, jamás será separado de Dios.


El que tenga oídos, que oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al vencedor le daré derecho a comer del árbol de la vida. Este árbol está en el paraíso de Dios.


Vi también a los muertos, grandes y pequeños, de pie delante del trono. Se abrieron unos libros. Luego se abrió otro libro, que es el libro de la vida. Los muertos fueron juzgados según lo que habían hecho, conforme a lo que estaba escrito en los libros.


Los que habían muerto en el mar se presentaron ante Dios. También se presentaron los muertos que estaban en el reino de la muerte. Cada uno fue juzgado según lo que había hecho.


«¡Miren que vengo pronto! Traigo conmigo la recompensa, y premiaré a cada uno según lo que haya hecho.


Miré, ¡y apareció un caballo amarillento! El jinete se llamaba Muerte, y el representante del infierno lo seguía de cerca. Y se les otorgó poder sobre la cuarta parte de la tierra. Podían matar por medio de la espada, el hambre, las epidemias y los animales salvajes de la tierra.


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