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2 Timoteo 1:6 - Nueva Versión Internacional 2019 (simplificada - Nuevo Testamento)

6 Por eso te recomiendo que uses con más fuerza esa habilidad que Dios te dio cuando oré poniendo mis manos sobre ti.

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Más versiones

Biblia Reina Valera 1960

6 Por lo cual te aconsejo que avives el fuego del don de Dios que está en ti por la imposición de mis manos.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

6 Por esta razón, te recuerdo que avives el fuego del don espiritual que Dios te dio cuando te impuse mis manos.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

6 Por eso te invito a que reavives el don de Dios que recibiste por la imposición de mis manos.

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La Biblia Textual 3a Edicion

6 Por esta razón, te recuerdo que avives el fuego del don de Dios que hay en ti por la imposición de mis manos.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

6 Por eso te insisto en que reavives ese don de Dios que hay en ti por la imposición de mis manos.

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2 Timoteo 1:6
19 Referencias Cruzadas  

Llamó a diez de sus siervos y a cada uno le entregó una buena cantidad de dinero. Les instruyó: “Hagan negocio con este dinero hasta que yo vuelva”.


Cuando Pablo les puso las manos, el Espíritu Santo vino sobre ellos. Entonces empezaron a hablar en lenguas y a profetizar.


Los presentaron a los apóstoles, quienes pusieron sus manos sobre ellos y oraron.


No dejen que el Espíritu se apague en ustedes,


Ponte a practicar la habilidad que Dios te dio cuando los líderes te pusieron las manos y oraron por ti. Lo hicieron siguiendo órdenes del Espíritu.


Si enseñas estas cosas a los creyentes, serás un buen servidor de Cristo Jesús. Serás un servidor que ha alimentado su mente con las verdades de la fe y de la buena enseñanza que paso a paso has seguido.


No dejes de recordarle a la gente todo esto. Diles delante de Dios que eviten las discusiones inútiles, pues no sirven nada más que para destruir a los oyentes.


Predica el mensaje de Dios, nunca dejes de hacerlo, aunque no parezca ser el mejor momento. Corrige, reprende y anima con mucha paciencia a todos, sin dejar de enseñar.


Dejemos ya la enseñanza sobre bautismos, el poner las manos sobre otros, la resurrección de los muertos y el juicio eterno.


Ustedes ya saben estas cosas y creen con firmeza en la verdad que ahora tienen. Sin embargo, siempre se las recordaré.


Queridos hermanos en la fe, esta es ya la segunda carta que les escribo. En las dos he procurado refrescarles la memoria para que puedan pensar de manera honesta.


Quiero recordarles algo que ustedes ya saben muy bien: que el Señor, después de sacar de Egipto a su pueblo, destruyó a los que no creyeron.


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