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1 Juan 3:2 - Nueva Versión Internacional 2019 (simplificada - Nuevo Testamento)

2 Queridos hermanos en la fe, ya somos hijos de Dios. Sin embargo, todavía no se nos ha mostrado todo lo que llegaremos a ser. Lo que sí sabemos es que cuando Cristo venga seremos como él es, porque lo veremos tal como él es.

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Más versiones

Biblia Reina Valera 1960

2 Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

2 Queridos amigos, ya somos hijos de Dios, pero él todavía no nos ha mostrado lo que seremos cuando Cristo venga; pero sí sabemos que seremos como él, porque lo veremos tal como él es.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

2 Amados, a pesar de que ya somos hijos de Dios, no se ha manifestado todavía lo que seremos; pero sabemos que cuando él aparezca en su gloria, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal como es.

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La Biblia Textual 3a Edicion

2 Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado° lo que hemos de ser, pero sabemos que cuando Él sea manifestado, seremos semejantes a Él, porque lo veremos tal como es.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

2 Queridos míos, ahora somos hijos de Dios, aunque todavía no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal como es.

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1 Juan 3:2
37 Referencias Cruzadas  

Dichosos los de corazón limpio, porque ellos verán a Dios.


»Así será el día en que regrese el Hijo del hombre.


Tampoco podrán morir, pues serán como los ángeles. Son hijos de Dios porque toman parte en la resurrección.


Pero a los que lo recibieron, a los que creen en su nombre, les dio el derecho de ser hijos de Dios.


Pero no solo moriría por esa nación, sino que también reuniría a todos los hijos de Dios dispersos en el mundo.


»Padre, quiero que los que me has dado estén conmigo donde yo estoy. Que vean la gloria que me diste porque me has amado desde antes de la creación del mundo.


El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios.


De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que Dios nos dará.


La creación espera con ansiedad que Dios revele que somos sus hijos.


Pues Dios ya sabía desde un principio a quienes iba a elegir para ser transformados en personas semejantes a su Hijo. Por eso su Hijo es el mayor de muchos hermanos.


Ahora vemos de manera imperfecta, como en un espejo borroso. Pero un día veremos todo con perfecta claridad. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como Dios me conoce.


Y, así como nos parecemos al hombre que fue hecho a partir de la tierra, llegaremos a ser como el que habita en el cielo.


Sin embargo, como dicen las Escrituras: «Ningún ojo ha visto, ningún oído ha escuchado, ninguna mente humana ha imaginado lo que Dios ha preparado para quienes lo aman».


Así que a todos nosotros nos han quitado la barrera y hemos entendido. Por eso nuestro rostro es como un espejo que refleja la gloria del Señor. Pues el Señor y el Espíritu son uno mismo, y nos van cambiando cada vez más. De ese modo, cada vez nos parecemos más y más al Señor y reflejamos más de su gloria.


Los sufrimientos que ahora tenemos son pequeños y no durarán mucho. Pero esas dificultades nos darán una gloria eterna que vale muchísimo más que todo sufrimiento.


Todos ustedes son hijos de Dios por haber creído en Cristo Jesús.


Ustedes ya son hijos. Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, y por medio de él decimos: «¡Abba! ¡Padre!».


Él transformará nuestros débiles cuerpos para que sean como su cuerpo glorioso. Nos transformará por medio del poder con que controla todas las cosas.


Cuando Cristo, que les ha dado vida a ustedes, vuelva otra vez, ustedes le acompañarán y compartirán su gloria.


De igual manera, Cristo fue ofrecido en sacrificio una sola vez para quitar los pecados de muchos. Después aparecerá por segunda vez. Pero ya no vendrá para morir por el pecado de alguno, sino para traer salvación a quienes esperan su regreso.


Dios nos ha entregado así sus preciosas y magníficas promesas. Lo ha hecho para que ustedes lleguen a ser como él es. De ese modo, podrán escapar de la maldad que hay en el mundo debido a los malos deseos.


Y ahora, queridos hijos en la fe, sigan confiando en Cristo. Así, cuando él regrese, podremos presentarnos ante él confiadamente. Estaremos seguros de no ser avergonzados cuando él venga.


Queridos hermanos en la fe, no les estoy escribiendo un mandamiento nuevo. Les escribo un mandamiento antiguo que ustedes han conocido desde el principio. Este mandamiento antiguo es el mensaje que ya oyeron.


¡Miren cuánto amor nos tiene el Padre! Por eso somos llamados hijos de Dios. ¡Y de verdad lo somos! Pero los pecadores de este mundo no nos conocen, porque no conocen al Padre.


En esto se reconocen los que son hijos de Dios y los que son hijos del diablo: el que no hace lo que es bueno ni ama a su hermano en la fe no es hijo de Dios.


Queridos hermanos en la fe, si la conciencia no nos acusa, nuestra confianza en Dios crece.


Todo el que cree que Jesús es el Cristo es un hijo de Dios. Y todo el que ama al Padre también ama a sus hijos.


También le daré la estrella de la mañana.


lo verán cara a cara, y llevarán su nombre en la frente.


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