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1 Corintios 15:45 - Nueva Versión Internacional 2019 (simplificada - Nuevo Testamento)

45 Así dicen las Escrituras: «El primer hombre, Adán, se convirtió en un ser viviente». El último Adán, Cristo, es el que nos da vida.

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Más versiones

Biblia Reina Valera 1960

45 Así también está escrito: Fue hecho el primer hombre Adán alma viviente; el postrer Adán, espíritu vivificante.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

45 Las Escrituras nos dicen: «El primer hombre, Adán, se convirtió en un ser viviente», pero el último Adán —es decir, Cristo— es un Espíritu que da vida.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

45 Está escrito que el primer Adán era hombre dotado de aliento y vida; el último Adán, en cambio, será espíritu que da vida.

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La Biblia Textual 3a Edicion

45 Así también está escrito: El primer hombre, Adam, fue hecho un ser viviente;° el postrer Adam, un espíritu vivificante.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

45 Así está escrito: El primer hombre, Adán, fue ser viviente; el último Adán, espíritu vivificante.

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1 Corintios 15:45
35 Referencias Cruzadas  

En él estaba la vida, y la vida era la luz de la humanidad.


El ladrón no viene más que a robar, matar y destruir. Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia.


Yo les doy vida eterna y nunca perecerán, ni nadie podrá arrebatármelas de la mano.


Dentro de poco, el mundo ya no me verá más, pero ustedes sí me verán. Y, porque yo vivo, también ustedes vivirán.


―Yo soy el camino, la verdad y la vida —le contestó Jesús—. Nadie llega al Padre sino por mí.


Jesús contestó: ―Si supieras lo que Dios puede dar, y conocieras al que te está pidiendo agua, tú le pedirías a él. Y él te daría el agua que da vida.


Pero el que beba del agua que yo le daré no volverá a tener sed jamás. Al contrario, dentro de él esa agua se convertirá en un manantial del que brotará vida eterna.


Porque así como el Padre resucita a los muertos y les da vida, así también el Hijo da vida a quienes él quiere.


El pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo.


El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el día final.


Así como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre, también el que come de mí vivirá por mí.


El Espíritu da vida; la carne no vale para nada. Las palabras que les he hablado son espíritu y son vida.


―Señor —contestó Simón Pedro—, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna.


Mataron al autor de la vida, pero Dios lo levantó de entre los muertos, y de eso nosotros somos testigos.


Por el pecado de un solo hombre, reinó la muerte en el mundo. Pero ahora, por medio de un solo hombre, Jesucristo, somos declarados justos. Y, gracias a este inmerecido regalo de amor, reinará la vida.


Así como reinó el pecado provocando la muerte, ahora reina el amor. Reina el inmerecido amor de Dios, que nos declara justos y nos da vida eterna por medio de Jesucristo nuestro Señor.


Pues, al estar unidos a él, el Espíritu nos da vida y nos libera del control del pecado y de la muerte.


No vino primero lo espiritual, sino lo material y después, lo espiritual.


Él transformará nuestros débiles cuerpos para que sean como su cuerpo glorioso. Nos transformará por medio del poder con que controla todas las cosas.


Cuando Cristo, que les ha dado vida a ustedes, vuelva otra vez, ustedes le acompañarán y compartirán su gloria.


Si esto es así, ¡cuánto más poder tiene la sangre de Cristo! Porque, por medio del Espíritu eterno, Cristo se ofreció sin pecado a Dios. Su sangre limpiará nuestra conciencia, y no se nos declarará culpables de pecados que conducen a la muerte eterna, para que sirvamos al Dios viviente.


El segundo ángel derramó su copa sobre el mar. Y el mar se convirtió en sangre como de gente que muere desangrada. Murió todo ser viviente que había en el mar.


También me dijo: «Ya todo está hecho. Yo soy el Alfa y la Omega, el Principio y el Fin. Al que tenga sed le daré a beber gratuitamente de la fuente del agua de la vida.


Luego el ángel me mostró un río claro como el cristal, cuyas aguas dan vida. Este río salía del trono de Dios y del Cordero.


El Espíritu y la esposa del Cordero dicen: «¡Ven!». El que escuche diga: «¡Ven!». El que tenga sed, venga. Y el que quiera, tome gratuitamente del agua de la vida.


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