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Jueces 16:4 - Biblia Nueva Versión Internacional 2022

4 Pasado algún tiempo, Sansón se enamoró de una mujer del valle de Sorec, que se llamaba Dalila.

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Más versiones

Biblia Reina Valera 1960

4 Después de esto aconteció que se enamoró de una mujer en el valle de Sorec, la cual se llamaba Dalila.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

4 Tiempo después, Sansón se enamoró de una mujer llamada Dalila, que vivía en el valle de Sorec.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

4 Después de eso se juntó con una mujer del valle de Sorec que se llamaba Dalila.

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La Biblia Textual 3a Edicion

4 Después de esto sucedió que se enamoró de una mujer del valle de Sorec llamada Dalila.°

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

4 Después de esto, se enamoró de una mujer del valle de Sorec llamada Dalila.

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Biblia Reina Valera Gómez (2023)

4 Después de esto aconteció que se enamoró de una mujer en el valle de Sorec, la cual se llamaba Dalila.

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Jueces 16:4
9 Referencias Cruzadas  

Ahora bien, además de casarse con la hija del faraón, el rey Salomón amó a muchas mujeres moabitas, amonitas, edomitas, sidonias e hititas, todas ellas mujeres extranjeras


¿Acaso no fue ese el pecado de Salomón, rey de Israel? Entre todas las naciones no hubo un solo rey como él: Dios lo amó y lo hizo rey sobre todo Israel. Pero aun a él lo hicieron pecar las mujeres extranjeras.


La boca de la adúltera es una fosa profunda; en ella caerá quien esté bajo la ira del Señor.


Porque fosa profunda es la prostituta, y estrecho pozo, la mujer ajena.


Como el perro vuelve a su vómito, así el necio insiste en su necedad.


Aunque al necio lo muelas, lo remuelas y lo machaques como al grano, no le quitarás la necedad.


Todo eso sucedió para servirnos de ejemplo, a fin de que no nos apasionemos por lo malo, como lo hicieron ellos.


Pero Sansón estuvo acostado allí hasta la medianoche; luego se levantó y arrancó las puertas de la entrada de la ciudad, junto con sus dos postes, con cerrojo y todo. Se las echó al hombro y las llevó hasta la cima del monte que está frente a Hebrón.


Los gobernantes de los filisteos fueron a verla y le dijeron: «Sedúcelo, para que te revele el secreto de su tremenda fuerza y cómo podemos vencerlo, de modo que lo atemos y lo tengamos sometido. Cada uno de nosotros te dará mil cien siclos de plata».


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