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Juan 2:4 - Biblia Nueva Versión Internacional 2022

4 —Mujer, ¿eso qué tiene que ver conmigo? —respondió Jesús—. Todavía no ha llegado mi hora.

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Más versiones

Biblia Reina Valera 1960

4 Jesús le dijo: ¿Qué tienes conmigo, mujer? Aún no ha venido mi hora.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

4 —Apreciada mujer, ese no es nuestro problema —respondió Jesús—. Todavía no ha llegado mi momento.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

4 Jesús le respondió: 'Mujer, ¿por qué te metes en mis asuntos? Aún no ha llegado mi hora.

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La Biblia Textual 3a Edicion

4 Jesús le dice: Mujer, ¿y a ti y a mí qué?° Aún no ha llegado mi hora.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

4 Pero Jesús le responde: '¿Qué nos va a mí y a ti, mujer? Todavía no ha llegado mi hora'.

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Juan 2:4
20 Referencias Cruzadas  

Por eso Jesús les dijo: —Para ustedes cualquier tiempo es bueno, pero el tiempo mío aún no ha llegado.


Se acercaba la fiesta de la Pascua. Jesús sabía que le había llegado la hora de abandonar este mundo para volver al Padre. Y habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin.


Estas palabras las dijo Jesús en el lugar donde se depositaban las ofrendas, mientras enseñaba en el Templo. Pero nadie le echó mano, porque aún no había llegado su tiempo.


Entonces quisieron arrestarlo, pero nadie le echó mano porque aún no había llegado su hora.


—Ha llegado la hora de que el Hijo del hombre sea glorificado —afirmó Jesús—.


Todo tiene su momento oportuno; hay tiempo para todo lo que se hace bajo el cielo:


De pronto, gritaron a Jesús: —¿Por qué te entrometes, Hijo de Dios? ¿Has venido aquí a atormentarnos antes del tiempo señalado?


David respondió: —Hijos de Sarvia, esto no es asunto de ustedes, sino mío. Están actuando como si fueran mis adversarios. ¿Cómo va a morir hoy alguien del pueblo, cuando precisamente en este día vuelvo a ser rey de Israel?


Pero el rey respondió: —Esto no es asunto mío ni de ustedes, hijos de Sarvia. A lo mejor el Señor le ha ordenado que me maldiga. Y si es así, ¿quién se lo puede reclamar?


Jesús dijo: —¿Por qué lloras, mujer? ¿A quién buscas? Ella, pensando que se trataba del que cuidaba el huerto, le dijo: —Señor, si usted se lo ha llevado, dígame dónde lo ha puesto y yo iré por él.


—¿Por qué lloras, mujer? —le preguntaron los ángeles. —Es que se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto —les respondió.


Él respondió: —¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que tengo que estar ocupado en los asuntos de mi Padre?


—¡Mujer, qué grande es tu fe! —contestó Jesús—. Que se cumpla lo que quieres. Y desde ese mismo momento quedó sana su hija.


Dijo de su padre y de su madre: “No los tomo en cuenta”. No reconoció a sus hermanos y hasta desconoció a sus hijos, pero tuvo en cuenta tu palabra y obedeció tu pacto.


Así que de ahora en adelante no consideramos a nadie según criterios meramente humanos. Aunque antes conocimos a Cristo de esta manera, ya no lo conocemos así.


Entonces ella le reclamó a Elías: —¿Por qué te entrometes, hombre de Dios? ¡Viniste a recordarme mi pecado y a matar a mi hijo!


Cuando el vino se acabó, la madre de Jesús le dijo: —Ya no tienen vino.


Suban ustedes a la fiesta. Yo no voy todavía a esta fiesta porque mi tiempo aún no ha llegado.


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