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Éxodo 24:10 - Biblia Nueva Versión Internacional 2022

10 y vieron al Dios de Israel. Bajo sus pies había una especie de pavimento de zafiro, tan claro como el cielo mismo.

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Más versiones

Biblia Reina Valera 1960

10 y vieron al Dios de Israel; y había debajo de sus pies como un embaldosado de zafiro, semejante al cielo cuando está sereno.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

10 Allí vieron al Dios de Israel. Debajo de sus pies parecía haber una superficie de lapislázuli de color azul brillante, tan clara como el mismo cielo.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

10 Contemplaron al Dios de Israel. Debajo de sus pies había algo parecido a un pavimento de zafiro transparente y tan esplendoroso como el mismo cielo.

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La Biblia Textual 3a Edicion

10 y vieron al Dios de Israel: Bajo sus pies había como una hechura de piedra de zafiro, semejante en pureza a los mismos cielos.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

10 y vieron al Dios de Israel. Bajo sus pies había como un pavimento de zafiro, tan puro como el mismo cielo.

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Éxodo 24:10
28 Referencias Cruzadas  

A Dios nadie lo ha visto nunca; el Hijo único, que es Dios y que vive en unión íntima con el Padre, nos lo ha dado a conocer.


Miré y vi la semejanza de un trono de piedra de zafiro sobre la expansión que estaba encima de la cabeza de los querubines.


El que estaba sentado tenía un aspecto semejante a una piedra de jaspe y de cornalina. Alrededor del trono había un arcoíris que se asemejaba a una esmeralda.


al único inmortal, que vive en luz inaccesible, a quien nadie ha visto ni puede ver, a él sea el honor y el poder eternamente. Amén.


Luego retiraré la mano y podrás verme la espalda. Pero mi rostro nadie lo verá».


Pero debo aclararte que no podrás ver mi rostro, porque nadie puede verme y seguir con vida.


Jacob llamó a ese lugar Peniel, porque dijo: «He visto a Dios cara a cara y todavía sigo con vida».


Resplandecía con la gloria de Dios y su brillo era como el de una piedra preciosa, semejante a una piedra de jaspe transparente.


Nadie ha visto jamás a Dios, pero si nos amamos los unos a los otros, Dios permanece entre nosotros y entre nosotros su amor se ha manifestado plenamente.


Jesús le contestó: —¡Pero, Felipe! ¿Tanto tiempo llevo ya entre ustedes y todavía no me conoces? El que me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo puedes decirme: “Muéstranos al Padre”?


Allí se transfiguró en presencia de ellos; su rostro resplandeció como el sol y su ropa se volvió blanca como la luz.


En su mano derecha tenía siete estrellas y de su boca salía una aguda espada de dos filos. Su rostro era como el sol cuando brilla en todo su esplendor.


Al Padre nadie lo ha visto, excepto el que viene de Dios; solo él ha visto al Padre.


¿Quién es esta, admirable como la aurora? ¡Es bella como la luna, radiante como el sol, imponente como ejército con sus banderas!


Micaías prosiguió: —Por lo tanto, oiga usted la palabra del Señor: Vi al Señor sentado en su trono con todo el ejército del cielo alrededor de él, a su derecha y a su izquierda.


Yo soy el Dios de tu padre. Soy el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob. Al oír esto, Moisés se cubrió el rostro, pues tuvo miedo de mirar a Dios.


Y a pesar de que estos jefes de los israelitas contemplaron a Dios, él no les hizo daño. Así que comieron y bebieron juntos.


Con él hablo cara a cara, claramente y sin enigmas. Él contempla la imagen del Señor. ¿Cómo no tienen miedo de murmurar contra mi siervo Moisés?».


Sus brazos son barras de oro montadas sobre topacios. Su cuerpo es pulido marfil incrustado de zafiros.


Más radiantes que la nieve eran sus príncipes y más blancos que la leche; más rosado que el coral era su cuerpo; su apariencia era la del zafiro.


En el día quinto del mes cuarto del año treinta, mientras me encontraba entre los deportados a orillas del río Quebar, los cielos se abrieron y recibí visiones de Dios.


¿Cómo es posible que yo, que soy tu siervo, hable contigo? Las fuerzas me han abandonado y apenas puedo respirar”.


Cruzaba Jacob por el lugar llamado Peniel, cuando salió el sol. A causa de su cadera dislocada iba cojeando.


Señor, Dios de Israel, ¡confirma ahora la promesa que hiciste a tu siervo David!


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