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Lucas 10:4 - Biblia Lenguaje Básico

4 No llevéis dinero, ni bolsa ni zapatos. No os detengáis a saludar a nadie por el camino.

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Más versiones

Biblia Reina Valera 1960

4 No llevéis bolsa, ni alforja, ni calzado; y a nadie saludéis por el camino.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

4 No lleven con ustedes nada de dinero, ni bolso de viaje, ni un par de sandalias de repuesto; y no se detengan a saludar a nadie por el camino.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

4 No lleven monedero, ni bolsón, ni sandalias, ni se detengan a visitar a conocidos.

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La Biblia Textual 3a Edicion

4 No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias; y a nadie saludéis° en el camino.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

4 No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias; ni saludéis a nadie por el camino.

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Lucas 10:4
13 Referencias Cruzadas  

Pero cuando le ofrecieron de comer, el mayordomo dijo: —No comeré hasta que os cuente por qué estoy aquí. Labán le invitó a hablar,


Pero el mayordomo les rogó: —¡No me detengáis más! Ya Dios me ha dado éxito en mi viaje; así que dejadme volver a la casa de mi amo.


La mujer ordenó que prepararan la burra y dijo a su sirviente: —Haz que la burra camine deprisa y que no se detenga hasta que yo te diga.


Eliseo ordenó a Guejazí: —No pierdas tiempo, toma mi bastón, y vete adonde está el niño. Si te encuentras con alguien en el camino, no lo saludes. Si alguna persona te saluda, no le contestes. Cuando llegues, coloca mi bastón sobre la cara del niño.


Que tu mirada sea sincera, que refleje siempre honradez.


Reunió a los doce apóstoles y los envió de dos en dos. Les dio poder para expulsar de la gente a los espíritus malos,


Luego, Jesús preguntó a sus discípulos: —¿Recordáis cuando os envié a anunciar la buena noticia y os dije que no llevarais dinero, ni bolsa, ni sandalias? Decidme, ¿os hizo falta algo? Ellos le respondieron: —No Señor, nada nos faltó.


David dijo también a Ajimélec: —¿Podrías prestarme alguna lanza o espada? Fue tan urgente la orden del rey, que no tuve tiempo de ir a por mi espada ni mis otras armas. —No tengo más que la espada de Goliat —contestó el sacerdote—. Es la espada del filisteo que mataste en el valle de Elá. Está allí, envuelta en tela, detrás del pectoral. Puedes llevártela, si quieres. —¡No hay otra mejor! —exclamó David—. Dámela. Aquel día estaba en el santuario un edomita llamado Doeg, que era el jefe de los pastores de Saúl.


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