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Lucas 10:2 - Biblia Lenguaje Básico

2 Jesús les dijo: —Son muchos los que necesitan entrar en el reino de Dios, pero hay muy pocos para anunciarles la buena noticia. Por eso, pedid a Dios que envíe más seguidores míos para anunciar la buena noticia a toda esa gente.

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Más versiones

Biblia Reina Valera 1960

2 Y les decía: La mies a la verdad es mucha, mas los obreros pocos; por tanto, rogad al Señor de la mies que envíe obreros a su mies.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

2 Y les dio las siguientes instrucciones: «La cosecha es grande, pero los obreros son pocos. Así que oren al Señor que está a cargo de la cosecha; pídanle que envíe más obreros a sus campos.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

2 Les dijo: 'La cosecha es abundante, pero los obreros son pocos. Rueguen, pues, al dueño de la cosecha que envíe obreros a su cosecha.

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La Biblia Textual 3a Edicion

2 Y les decía: En verdad la mies es mucha, y los obreros pocos. Rogad pues al Señor de la mies, para que envíe obreros a su mies.°

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

2 Y les decía: 'La mies es mucha, pero pocos los obreros; rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies.

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Lucas 10:2
48 Referencias Cruzadas  

Elías añadió: —Yo soy el único profeta del Dios de Israel que ha quedado con vida, mientras que los profetas de Baal son cuatrocientos cincuenta.


Y en esa tierra se estableció tu pueblo, en la tierra que, por tu bondad, preparaste para los pobres.


Yo os daré gobernantes que actúen como a mí me gusta, para que os guíen con sabiduría y con inteligencia.


¡Que mal le va a ir a ese pastor que no cuida del rebaño! ¡Que con una espada le corten el brazo y le saquen los ojos! ¡Que el brazo se le seque y quede ciego por completo!


Los que las compran, las matan sin ninguna compasión; los que las venden, dicen: «¡Gracias a Dios, ya soy rico!»; y ni siquiera sus propios pastores se compadecen de ellas.


Yo bajaré entonces y te hablaré. Pondré en esos hombres una parte del espíritu que está en ti, para que te ayuden a dirigir al pueblo; así no tendrás que hacerlo todo tú solo.


Pero Moisés le respondió: —No seas celoso ni envidioso. Ya quisiera yo que todo el pueblo de Dios recibiera su espíritu y profetizara.


En el reino de Dios sucede algo parecido a lo que pasó en una viña. El dueño salió muy de mañana a contratar hombres para trabajar en ella.


Sucede lo mismo que cuando un hombre decide irse de viaje. Llama a sus empleados y les encarga que le cuiden la casa. A cada uno le encarga un trabajo y al portero le ordena que vigile.


Jesús les dijo: —Id por todo el mundo y anunciad la buena noticia a todas las personas.


Y los discípulos salieron a anunciar por todas partes la buena noticia del reino. El Señor Jesús los acompañaba y los ayudaba por medio de señales milagrosas, demostrando así que los discípulos predicaban el mensaje verdadero. Amén.


Jesús reunió a sus doce discípulos y les dio poder para sanar enfermedades y autoridad para expulsar demonios.


Después de la muerte de Esteban, se desencadenó una persecución contra los seguidores de Jesús. Por eso muchos de ellos huyeron a la región de Fenicia, a la isla de Chipre y a la ciudad de Antioquía. En todos esos lugares, anunciaron la buena noticia de Jesús solamente a la gente judía.


Un día, mientras celebraban el culto en honor del Señor y ayunaban, el Espíritu Santo dijo: —Separadme a Bernabé y a Saulo. Yo los he elegido para una misión especial.


Enviados, pues, por el Espíritu Santo, Bernabé y Saulo se fueron primero a la región de Seleucia y allí tomaron un barco que los llevó a la isla de Chipre.


Debéis cuidaros a vosotros mismos y cuidar a los miembros de la Iglesia. Recordad que el Espíritu Santo os puso como líderes para que cuidéis de la Iglesia que Dios salvó por medio de la muerte de su propio Hijo.


Pero el Señor me dijo: «Vete ya, que voy a enviarte a países que están muy lejos de aquí».


Pero los que habían huido de la ciudad de Jerusalén, seguían anunciando la buena noticia de salvación en los lugares por donde pasaban.


En la Iglesia, Dios le dio una función a cada una de las partes. En primer lugar, puso apóstoles; en segundo lugar, puso profetas, y en tercer lugar, maestros. También hay algunos que hacen milagros, y otros que tienen la capacidad de sanar a los enfermos; unos ayudan, otros dirigen, e incluso hay quienes hablan en un lenguaje misterioso.


Sin embargo, Dios fue bueno conmigo y ha hecho de mí esto que ahora soy. No he echado a perder la gracia que me concedió, y trabajé más que los otros apóstoles; aunque en realidad todo lo hice ayudado por esa gracia especial de Dios.


Nosotros somos colaboradores de Dios. Por eso os rogamos que no menospreciéis la gracia que Dios os ha dado.


Los demás solo se ocupan de sus propias cosas y no de lo que le agrada a Jesucristo.


Hace algún tiempo, enviasteis al hermano Epafrodito para que me ayudara en lo que me hiciera falta. Él ha trabajado y luchado conmigo para defender el mensaje de la buena noticia. Ahora me parece conveniente que vuelva a vosotros.


La verdad es que por trabajar para Cristo casi se muere arriesgando su propia vida para darme la ayuda que vosotros no podíais darme personalmente.


Para esto trabajo y lucho con la fuerza y el poder que Cristo me da.


Recibid saludos de Epafras, un siervo de Jesucristo que es compatriota vuestro. Siempre ora por vosotros y pide a Dios que sigáis confiando firmemente en Cristo y cumpliendo la voluntad de Dios.


Hermanos míos, seguramente os acordáis de lo duro que trabajamos para ganarnos la vida. Mientras os anunciábamos la buena noticia de Dios, trabajábamos de día y de noche para que ninguno de vosotros tuviera que darnos dinero.


Hermanos, os rogamos que respetéis a los que trabajan entre vosotros, os dirigen y os corrigen en nombre del Señor;


Por último, hermanos, os pedimos que oréis por nosotros, para que hagamos llegar a todas partes el mensaje del Señor Jesús y para que la gente lo reciba con aprecio, igual que lo hicisteis vosotros.


Por eso nos esforzamos tanto, pues confiamos firmemente en Dios. Él vive para siempre y es el salvador de todos, especialmente de los que creen en él.


Pero tú, Timoteo, sé prudente en todo momento, soporta los sufrimientos y anuncia siempre la buena noticia. Haz bien tu trabajo.


Filemón, querido compañero de trabajo: Te escribo yo, Pablo, que bien sabes, estoy preso por servir a Jesucristo. Recibe mis saludos y los del hermano Timoteo.


Pero Cristo, que es el Hijo de Dios, ha sido puesto al frente del pueblo de Dios, que somos nosotros, y lo seguiremos siendo si mantenemos firmemente y con alegría la esperanza en la salvación que recibiremos.


Escribe al ángel de la iglesia de Éfeso: Yo sostengo las siete estrellas en mi mano derecha y me paseo entre los siete candelabros de oro. Pon atención a lo que te voy a decir:


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