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Lucas 22:41 - Biblia Versión Israelita Nazarena 2011

41 Y él se apartó de ellos a una distancia como de un tiro de piedra, y puesto de rodillas oraba:

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Más versiones

Biblia Reina Valera 1960

41 Y él se apartó de ellos a distancia como de un tiro de piedra; y puesto de rodillas oró,

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Biblia Nueva Traducción Viviente

41 Se alejó a una distancia como de un tiro de piedra, se arrodilló y oró:

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Biblia Católica (Latinoamericana)

41 Después se alejó de ellos como a la distancia de un tiro de piedra, y doblando las rodillas oraba

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La Biblia Textual 3a Edicion

41 Y se apartó de ellos como a un tiro de piedra, y puesto de rodillas, oraba,

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

41 Entonces él, como a la fuerza, se arrancó de su lado como a un tiro de piedra, y, puesto de rodillas, oraba

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Lucas 22:41
9 Referencias Cruzadas  

Pasando un poco más adelante, se postró sobre su rostro, y oró diciendo: “Padre mío, si es posible, que no tenga que pasar este trago. Pero, no sea como yo quiero, sino como tú quieras”.


Pasando un poco adelante, se postraba en tierra y oraba que de ser posible, no tuviera que pasar por aquel momento.


El fariseo se puso de pie y empezó a orar en silencio de esta manera: ‘Elohim, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: ladrones, injustos, adúlteros, ni siquiera como este publicano.


Pero el publicano, de pie a cierta distancia, no quería ni alzar la vista al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: ‘Elohim, ten piedad de mí, que soy pecador’.


Después de decir esto, se puso de rodillas y oró con todos ellos.


Cuando pasaron aquellos días, salimos acompañados por todos con sus mujeres e hijos hasta fuera de la ciudad, y puestos de rodillas en la playa, oramos.


Luego, cayendo de rodillas, gritó con voz fuerte: “Yahweh, no les cuentes este pecado”. Y después de decir esto, murió.


Shimón Kefá, después de hacerlas salir a todas, se puso de rodillas y oró. Luego, volviéndose hacia el cadáver dijo: “Tabita, levántate”. Ella abrió los ojos, y al ver a Shimón Kefá se incorporó.


El Mashíaj, en los días de su vida mortal, ofreció ruegos y súplicas con fuerte clamor y lágrimas a Aquel que lo podía librar de la muerte, y él lo oyó por su devoción.


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