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Ester 4:1 - La Biblia Textual 3a Edicion

1 Mardoqueo supo todo lo que se había hecho. Entonces Mardoqueo rasgó sus vestidos y se vistió de saco° y de ceniza, y entró al medio de la ciudad,° y allí clamó amargamente.

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Más versiones

Biblia Reina Valera 1960

1 Luego que supo Mardoqueo todo lo que se había hecho, rasgó sus vestidos, se vistió de cilicio y de ceniza, y se fue por la ciudad clamando con grande y amargo clamor.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

1 Cuando Mardoqueo se enteró de todo lo que había ocurrido, se rasgó su ropa, se vistió de tela áspera, se arrojó ceniza y salió por la ciudad llorando a gritos con un amargo lamento.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

1 Al enterarse Mardoqueo de esas determinaciones rasgó su ropa, se puso un saco y se cubrió de ceniza, luego salió a recorrer la ciudad lanzando gritos desgarradores.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

1 Cuando Mardoqueo supo todo lo que estaba ocurriendo, rasgó sus vestiduras, se vistió de sayal, se cubrió de ceniza y salió por toda la ciudad, clamando con grandes y amargos clamores,

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Biblia Reina Valera Gómez (2023)

1 Luego que supo Mardoqueo todo lo que se había hecho, rasgó sus vestiduras, y se vistió de cilicio y de ceniza, y se fue por medio de la ciudad clamando con grande y amargo clamor.

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Ester 4:1
27 Referencias Cruzadas  

Entonces volví mi rostro hacia Adonay Ha-’Elohim, buscándole en oración y ruego, en ayuno, cilicio y ceniza.


¡Me aborrezco y me arrepiento, echándome polvo y ceniza!


Entonces Tamar echó ceniza sobre su cabeza, rasgó la túnica de amplias mangas que llevaba puesta, y se fue gritando con las manos sobre la cabeza.


Entonces David asiendo sus vestidos, los rasgó, y lo mismo hicieron todos los hombres que estaban con él.


Y tomando un tiesto roto, se rascaba con él, estando sentado en medio de la ceniza.°


Pero cuando los apóstoles Bernabé y Pablo lo oyeron, se rasgaron el manto y se lanzaron en medio del gentío, gritando


¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y Sidón° se hubieran hecho los milagros que se hicieron en vosotras, hace tiempo que se habrían arrepentido en cilicio y ceniza.


¡Se acerca el día grande de YHVH! Se acerca con gran apresuramiento; Amarga es la voz del día de YHVH: Clamará allí hasta el valiente.


Por esto me lamentaré y gemiré, y andaré descalzo y desnudo, Daré gritos lastimeros como los chacales y quejidos como el avestruz,


Y tú, hijo de hombre, gime con quebranto de riñones, gime amargamente a vista de ellos;


¿Es tal el ayuno que Yo escogí, Que de día aflija el hombre su alma, Que mueva la cabeza como un junco, Y se acueste sobre saco y ceniza? ¿Llamaréis a eso ayuno, Día agradable a YHVH?


Por eso digo: Apartad la mirada de mí, Expresaré mi amargura con llanto. No os afanéis en consolarme por la destrucción de la hija de mi pueblo.


Se lamentan Hesbón y Eleale, Hasta Jahaza llega su clamor, Gimen los guerreros de Moab, Y el alma de cada uno desfallece dentro de sí.


Entonces Job se levantó, y rasgó su manto y se rapó la cabeza, y cayendo en tierra se postró,


Y en cada una de las provincias, dondequiera llegaba la orden del rey y su edicto, hubo gran duelo entre los judíos: ayuno y llanto y lamentaciones, y el saco y la ceniza llegaron a ser cama para muchos.


Entonces Josué rasgó sus vestidos, y cayó sobre su rostro en tierra ante el Arca° de YHVH hasta la tarde, él y los ancianos de Israel, y se echaron polvo sobre sus cabezas.


Cuando Esaú oyó las palabras de su padre, dio un grito atroz, lleno de amargura, y pidió a su padre: ¡Bendíceme también a mí, padre mío!


Y daré° a mis dos testigos, y profetizarán durante mil doscientos sesenta días vestidos de tela de saco.


Luego llegó hasta delante de la puerta real, pues no era permitido entrar en la puerta real cubierto de saco.


Entonces Jacob rasgó sus ropas, puso tela de saco en sus lomos e hizo duelo por su hijo durante muchos días.


Y sucedió que cuando el rey Ezequías lo oyó, también rasgó sus vestidos, y se cubrió de saco, y fue a la Casa de YHVH.


Y envió a Eliaquim, mayordomo de palacio, y a Sebna, el escriba, y a los más ancianos de los sacerdotes, cubiertos de saco, al profeta Isaías ben Amoz,


La dio a bruñir para tenerla a mano: ¡Afilada y bruñida está la espada para ponerla en mano del degollador!


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