4 jóvenes perfectamente sanos, de buen parecer, bien formados en sabiduría, cultos e inteligentes, y aptos para servir en el palacio real, y ordenó que se les enseñara la lengua y literatura de los caldeos.
4 muchachos en quienes no hubiese tacha alguna, de buen parecer, enseñados en toda sabiduría, sabios en ciencia y de buen entendimiento, e idóneos para estar en el palacio del rey; y que les enseñase las letras y la lengua de los caldeos.
4 «Selecciona solo a jóvenes sanos, fuertes y bien parecidos —le dijo—. Asegúrate de que sean instruidos en todas las ramas del saber, que estén dotados de conocimiento y de buen juicio y que sean aptos para servir en el palacio real. Enseña a estos jóvenes el idioma y la literatura de Babilonia».
4 Esos jóvenes no debían tener defecto alguno, debían tener una buena presencia, poseer un buen juicio, ser instruidos y bien educados, en una palabra, ser capaces de mantener su rango en el palacio del rey y de aprender allí la escritura y la lengua de los Caldeos.
4 jóvenes, sin defecto alguno, de buen parecer, instruidos en toda sabiduría, cultos e inteligentes y capacitados para la vida en la corte, a fin de enseñarles la lengua y literatura de los caldeos.
4 muchachos en quienes no hubiese tacha alguna, y de buen parecer, e instruidos en toda sabiduría, y sabios en ciencia, y de buen entendimiento, e idóneos para estar en el palacio del rey; y que les enseñase las letras y la lengua de los caldeos.
En tu reino hay un hombre en el cual mora el espíritu de los dioses santos, y en los días de tu padre, luz e inteligencia y sabiduría, como la sabiduría de los dioses fueron halladas en él, y el rey Nabucodonosor, tu padre, oh rey, lo constituyó príncipe de los magos, astrólogos, caldeos y adivinos,
Ahora bien, en todo Israel no había hombre tan hermoso como Absalón, admirable en gran manera. Desde la planta de su pie hasta su coronilla no había en él defecto alguno.
Los caldeos respondieron ante el rey y dijeron: No hay hombre sobre la tierra que pueda declarar lo que pide el rey. Ningún rey, por poderoso que fuera, ha pedido cosa semejante a mago, astrólogo o caldeo alguno.
A gritos el rey mandó que vinieran los magos, astrólogos y adivinos, y dijo el rey a los sabios de Babilonia: El que lea esta escritura y me muestre su interpretación, será vestido de púrpura, y llevará en su cuello un collar de oro, y será el tercer señor del reino.
Luego preguntó a Zeba y a Zalmuna: ¿Cómo° eran los hombres que matasteis en Tabor? Y ellos respondieron: Como tú, así eran ellos, cada uno con apariencia de hijos del rey.
Hizo llamar el rey a los magos, astrólogos, hechiceros y caldeos,° para que interpretaran el sueño del rey. Vinieron pues y se presentaron ante el rey,
Entonces Eliaquim, Sebna y Joa, dijeron al Rabsaces: Te rogamos que hables a tus siervos en arameo°, que nosotros lo entendemos, no nos hables en judío° ante la gente que está sobre el muro.
He aquí Yo traigo contra vosotros, oh casa de Israel, una nación lejana, dice YHVH. Nación perenne, nación antigua es, Nación cuya lengua no conoces, ni entenderás lo que diga.
Era José de treinta años° cuando compareció ante Faraón, rey de Egipto. Luego José se retiró de la presencia de Faraón, y recorrió toda la tierra de Egipto.