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Apocalipsis 18:8 - Biblia Arcas-Fernandez (Nuevo Testamento)

8 Pero en un solo día irrumpirán los azotes que la esperan; muerte, luto y hambre se abatirán sobre ella, hasta quedar abrasada por el fuego. Poderoso es para el Señor Dios que la condenó.

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Más versiones

Biblia Reina Valera 1960

8 por lo cual en un solo día vendrán sus plagas; muerte, llanto y hambre, y será quemada con fuego; porque poderoso es Dios el Señor, que la juzga.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

8 Por lo tanto, estas plagas le llegarán en un solo día: la muerte, el lamento y el hambre. Ella será totalmente consumida por el fuego, porque el Señor Dios, quien la juzga, es poderoso».

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Biblia Católica (Latinoamericana)

8 Por eso, y en un solo día, caerán sobre ella sus plagas: muerte, lamentos y hambre, y quedará consumida por el fuego; pues poderoso es su juez, que es Dios, el Señor.

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La Biblia Textual 3a Edicion

8 Por eso, en un solo día vendrán sus plagas:° muerte, duelo y hambre; y será consumida con fuego, porque poderoso es el Señor Dios que la juzgó.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

8 Por eso, en un solo día vendrán sus plagas: peste y llanto y hambre, y será abrasada por el fuego; porque poderoso es el Señor Dios que la ha juzgado.

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Apocalipsis 18:8
18 Referencias Cruzadas  

A no ser que pretendamos provocar la ira del Señor. ¿Nos creemos acaso más fuertes que él?


Gracias, porque tu ira ha hecho añicos el furor de las naciones y porque ha sonado al fin la hora del juicio, la hora de premiar a tus siervos los profetas, a los santos y a cuantos, humildes y poderosos, veneran tu nombre ; la hora de exterminar a los contaminadores de la tierra.


Pero un día los diez cuernos que has visto, y la bestia misma, traicionarán a la prostituta; la dejarán solitaria y desnuda; comerán sus carnes y la convertirán en pasto de las llamas.


Si ahora quieres saber quién es la mujer que has visto, te diré que es la gran ciudad, la que impera sobre los reyes de la tierra.


¡Un instante ha bastado para arrasar tanta riqueza! A su vez, los capitanes de barco, los oficiales, los marineros y todos cuantos viven del mar


Y, echándose polvo sobre la cabeza para mostrar su dolor, lloraban y se lamentaban, diciendo: - ¡Desgraciada de ti, la gran ciudad, fuente de riqueza para cuantos surcaban los mares con sus barcos! ¡Un instante ha bastado para convertirse en ruinas!


Y el coro celeste repetía: - ¡Aleluya! El humo de su hoguera seguirá subiendo por siempre.


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