Proverbios 26:1 - Biblia Nueva Versión Internacional 2017

¹ Ni la nieve es para el verano, ni la lluvia para la cosecha, ni los honores para el necio.

Más versiones

Biblia Reina Valera 1960

¹ Como no conviene la nieve en el verano, ni la lluvia en la siega, Así no conviene al necio la honra.

Biblia Nueva Traducción Viviente

¹ Como la nieve no es para el verano ni la lluvia para la cosecha, tampoco el honor es para los necios.

Biblia Católica (Latinoamericana)

¹ Ni nieve en verano, ni lluvia en la cosecha: tampoco convienen honores a un tonto.

La Biblia Textual 3a Edicion

¹ Ni la nieve al verano ni la lluvia a la siega, Ni la honra al necio les van bien.

Biblia Serafín de Ausejo 1975

¹ Como nieve en verano y lluvia en la siega, así la gloria desdice del necio.

Proverbios 26:1 Referencias Cruzadas

Ester 4:6

Así que Hatac salió a ver a Mardoqueo, que estaba en la plaza de la ciudad, frente a la puerta del rey.

Ester 4:9

Hatac regresó y le informó a Ester lo que Mardoqueo había dicho.

Salmos 12:8

aun cuando los malvados sigan merodeando, y la maldad sea exaltada en este mundo.

Salmos 15:4

que desprecia al que Dios reprueba, pero honra al que teme al Señor; que cumple lo prometido aunque salga perjudicado;

Salmos 52:1

¿Prepotente, por qué te jactas de tu maldad? ¡El amor de Dios es constante!

Proverbios 17:7

No va bien con los necios el lenguaje refinado, ni con los gobernantes, la mentira.

Proverbios 19:10

No va bien con el necio vivir entre lujos, y menos con el esclavo gobernar a los príncipes.

Proverbios 26:3

El látigo es para los caballos, el freno para los asnos, y el garrote para la espalda del necio.

Proverbios 26:8

Rendirle honores al necio es tan absurdo como atar una piedra a la honda.

Proverbios 28:16

El gobernante falto de juicio es terrible opresor; el que odia las riquezas prolonga su vida.

Jueces 9:20

Pero, si no, señores de Siquén y Bet Miló, ¡que salga fuego de Abimélec y os consuma, y que salga fuego de vosotros y consuma a Abimélec!»

Jueces 9:7

Cuando Jotán se enteró, subió a la cima del monte Guerizín y les gritó bien fuerte: «¡Escuchadme, señores de Siquén, y que Dios os escuche a vosotros!