Muere el malvado, y con él su esperanza; muere también su ilusión de poder.
Cuando muere el hombre impío, perece su esperanza; Y la expectación de los malos perecerá.
Cuando los perversos mueren, sus esperanzas mueren con ellos, porque confían en sus propias y deficientes fuerzas.
Cuando al malvado le llega la muerte, se acaba su esperanza; sus riquezas ya no lo amparan.
Muerto el impío, muerta su esperanza: La expectación de los malvados perecerá.
Al morir el malvado, su esperanza perece; la ilusión de los perversos se disipa.