»¿Acaso dirijo mi queja a los mortales? ¿Por qué creéis que pierdo la paciencia?
¿Acaso me quejo yo de algún hombre? ¿Y por qué no se ha de angustiar mi espíritu?
»Mi queja es con Dios, no con la gente. Tengo buenas razones para estar tan impaciente.
¿Acaso pleiteo contra un hombre? Entonces, ¿cómo no me pondría nervioso?
¿Son acaso mis quejas ante el hombre? ¿Se impacienta mi espíritu sin razón?
¿Acaso me quejo yo de un hombre? ¿Pierdo sin motivo la paciencia?