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Jeremías 9:11 - Biblia Nueva Versión Internacional 2017

11 «Convertiré a Jerusalén en un montón de ruinas, en una guarida de chacales. Convertiré en desolación las ciudades de Judá; ¡las dejaré sin habitantes!»

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Más versiones

Biblia Reina Valera 1960

11 Reduciré a Jerusalén a un montón de ruinas, morada de chacales; y convertiré las ciudades de Judá en desolación en que no quede morador.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

11 «Haré de Jerusalén un montón de ruinas —dice el Señor—, y será un lugar frecuentado por chacales. Las ciudades de Judá serán abandonadas, y nadie vivirá en ellas».

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Biblia Católica (Latinoamericana)

11 ¿Quién es bastante sabio para comprender estos acontecimientos? ¿A quién se lo ha dicho la boca de Yavé para que lo publique? ¿Por qué el país está perdido, incendiado como el desierto, por donde nadie pasa?

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La Biblia Textual 3a Edicion

11 Reduciré Jerusalem a montones de escombros, La convertiré en cubil de chacales, Y a las ciudades de Judá en desolación sin habitante.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

11 ¿Quién es tan sabio que entienda esto? ¿A quién habló la boca de Yahveh, que pueda explicarlo? ¿Por qué el país se ha perdido, está abrasado como el desierto, sin que nadie pase?

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Jeremías 9:11
32 Referencias Cruzadas  

Ante sus compañeros y el ejército de Samaria dijo: ―¿Qué están haciendo estos miserables judíos? ¿Creen que se les va a dejar que reconstruyan y que vuelvan a ofrecer sacrificios? ¿Piensan acaso terminar en un solo día? ¿Cómo creen que de esas piedras quemadas, de esos escombros, van a hacer algo nuevo?


Quien sea sabio, que considere estas cosas y entienda bien el gran amor del Señor.


Pero tú nos arrojaste a una cueva de chacales; ¡nos envolviste en la más densa oscuridad!


Oh Dios, los pueblos paganos han invadido tu herencia; han profanado tu santo templo, han dejado en ruinas Jerusalén.


En sus fortalezas aullarán las hienas, y en sus lujosos palacios, los chacales. Su hora está por llegar, y no se prolongarán sus días.


Has convertido la ciudad en un montón de escombros, la ciudad fortificada en una ruina. Ya no es ciudad la ciudadela de extranjeros; nunca más volverá a ser reconstruida.


Los espinos invadirán sus palacios; las ortigas y las zarzas, sus fortalezas. Se volverá guarida de chacales y nido de avestruces.


Yo confirmo la palabra de mis siervos y cumplo el consejo de mis mensajeros. Yo digo que Jerusalén será habitada, que los pueblos de Judá serán reconstruidos; y sus ruinas las restauraré.


Porque voy a convocar a todas las tribus de los reinos del norte —afirma el Señor—. »Vendrán, y cada uno pondrá su trono a la entrada misma de Jerusalén; vendrán contra todos los muros que la rodean, y contra todas las ciudades de Judá.


¡Escuchad! ¡Llega un mensaje! Un gran estruendo viene de un país del norte, que convertirá las ciudades de Judá en guarida de chacales, en un montón de ruinas.


»Cuando anuncies a este pueblo todas estas cosas, ellos te preguntarán: “¿Por qué ha decretado el Señor contra nosotros esta calamidad tan grande? ¿Cuál es nuestra iniquidad? ¿Qué pecado hemos cometido contra el Señor nuestro Dios?”


Todo este país quedará reducido a horror y desolación, y estas naciones servirán al rey de Babilonia durante setenta años”.


a Jerusalén y a las ciudades de Judá, a sus reyes y a sus jefes, para convertirlos en ruinas, en motivo de horror, burla y maldición, como hoy se puede ver.


que, durante el reinado de Ezequías, Miqueas de Moréset había profetizado a todo el pueblo de Judá: «Así dice el Señor Todopoderoso: “Sión será arada como un campo, Jerusalén quedará en ruinas, y la montaña del templo se volverá un bosque”.


¿Por qué has profetizado en el nombre del Señor que esta casa se quedará como Siló, y que esta ciudad quedará desolada y deshabitada?» Y todo el pueblo que estaba en la casa del Señor se abalanzó sobre Jeremías.


Voy a dar una orden —afirma el Señor—, y los haré volver a esta ciudad. La atacarán y, después de tomarla, la incendiarán. Dejaré a las ciudades de Judá en total desolación, sin habitantes”».


Así dice el Señor: «Todo el país quedará desolado, pero no lo destruiré por completo.


«Así dice el Señor Todopoderoso, el Dios de Israel: “Vosotros habéis visto todas las calamidades que yo traje sobre Jerusalén y sobre todas las ciudades de Judá. Hoy yacen en ruinas, sin morador alguno,


Jazor se convertirá en una guarida de chacales, en un lugar desolado para siempre. Ningún ser humano vivirá allí, nadie habitará en ese lugar».


Porque la ataca una nación del norte, que dejará desolada a su tierra. Hombres y animales saldrán huyendo, y no habrá nadie que la habite.


Babilonia se convertirá en un montón de ruinas, en guarida de chacales, en objeto de horror y de burla, en un lugar sin habitantes.


¿No queda bálsamo en Galaad? ¿No queda allí médico alguno? ¿Por qué no se ha restaurado la salud de mi pueblo?


Los caminos a Sión están de duelo; ya nadie asiste a sus fiestas solemnes. Las puertas de la ciudad se ven desoladas: sollozan sus sacerdotes, se turban sus doncellas, ¡toda ella es amargura!


Sin compasión el Señor ha destruido todas las moradas de Jacob; en su furor ha derribado los baluartes de la bella Judá y ha puesto su honra por los suelos al derrocar a su rey y a sus príncipes.


Hemos sufrido terrores, caídas, ruina y destrucción.


De tal manera asolaré al país, que vuestros enemigos que vengan a ocuparlo quedarán atónitos.


Dejaré Samaria hecha un montón de ruinas: ¡convertida en campo arado para viñedos! Arrojaré sus piedras al valle, y pondré al descubierto sus cimientos.


Por lo tanto, por culpa vuestra Sión será como un campo arado; Jerusalén quedará en ruinas, y el monte del templo se volverá un matorral.


Tú sigues fielmente los decretos de Omrí y todas las prácticas de la dinastía de Acab; te conduces según sus consejos. Por eso voy a entregarte a la destrucción, y a poner en ridículo a tus habitantes. ¡Tendrás que soportar el insulto de los pueblos!»


Toda ella será un desperdicio ardiente de sal y de azufre, donde nada podrá plantarse, nada germinará, y ni siquiera la hierba crecerá. Será como cuando el Señor destruyó con su furor las ciudades de Sodoma y Gomorra, Admá y Zeboyín.


Gritó a gran voz: «¡Ha caído! ¡Ha caído la gran Babilonia! Se ha convertido en morada de demonios y en guarida de todo espíritu maligno, en nido de toda ave impura y detestable.


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