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Cantares 1:5 - Biblia Nueva Versión Internacional 2017

5 Morena soy, pero hermosa, hijas de Jerusalén; morena como las tiendas de Cedar, hermosa como los tapices de Salmá.

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Más versiones

Biblia Reina Valera 1960

5 Morena soy, oh hijas de Jerusalén, pero codiciable Como las tiendas de Cedar, Como las cortinas de Salomón.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

5 Soy morena pero hermosa, oh mujeres de Jerusalén, morena como las carpas de Cedar, morena como las cortinas de las carpas de Salomón.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

5 Soy morena, pero bonita, hijas de Jerusalén, como las carpas de Quedar, como las carpas de Salomón.

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La Biblia Textual 3a Edicion

5 Hijas de Jerusalem, Soy negra,° pero codiciable, Como las tiendas de Cedar, Como las cortinas de Salomón.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

5 Soy morena, pero hermosa, hijas de Jerusalén, como las tiendas de Quedar, como los pabellones de Salmá.

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Cantares 1:5
29 Referencias Cruzadas  

¡Ay de mí, que soy extranjero en Mésec, que he acampado entre las tiendas de Cedar!


Porque el Señor se complace en su pueblo; a los humildes concede el honor de la victoria.


Entre tus damas de honor se cuentan princesas; a tu derecha se halla la novia real luciendo el oro más refinado.


Que el favor del Señor nuestro Dios esté sobre nosotros. Confirma en nosotros la obra de nuestras manos; sí, confirma la obra de nuestras manos.


Paloma mía, que te escondes en las grietas de las rocas, en las hendiduras de las montañas, muéstrame tu rostro, déjame oír tu voz; pues tu voz es placentera y hermoso tu semblante.


Yo os ruego, mujeres de Jerusalén, por las gacelas y cervatillas del bosque, que no desveléis ni molestéis a mi amada hasta que ella quiera despertar.


Hizo de plata las columnas, y de oro los soportes. El asiento lo tapizó de púrpura, y su interior fue decorado con esmero por las hijas de Jerusalén.


Yo os ruego, mujeres de Jerusalén, por las gacelas y cervatillas del bosque, que no desveléis ni molestéis a mi amada hasta que ella quiera despertar.


Tus labios son cual cinta escarlata; tus palabras me tienen hechizado. Tus mejillas, tras el velo, parecen dos mitades de granadas.


Su paladar es la dulzura misma; ¡todo él es un encanto! ¡Tal es mi amado, tal es mi amigo, mujeres de Jerusalén!


Yo os ruego, mujeres de Jerusalén, que, si encontráis a mi amado, ¡le digáis que estoy enferma de amor!


Tú, amada mía, eres bella como Tirsá, encantadora como Jerusalén, majestuosa como las estrellas del cielo.


Yo os ruego, mujeres de Jerusalén, que no desveléis ni molestéis a mi amada, hasta que ella quiera despertar.


Porque así me dijo el Señor: «Dentro de un año, contado como lo cuenta un jornalero, toda la magnificencia de Cedar llegará a su fin.


Creció en su presencia como vástago tierno, como raíz de tierra seca. No había en él belleza ni majestad alguna; su aspecto no era atractivo y nada en su apariencia lo hacía deseable.


En ti se reunirán todos los rebaños de Cedar, te servirán los carneros de Nebayot; subirán como ofrendas agradables sobre mi altar, y yo embelleceré mi templo glorioso.


Me deleito mucho en el Señor; me regocijo en mi Dios. Porque él me vistió con ropas de salvación y me cubrió con el manto de la justicia. Soy semejante a un novio que luce su diadema, o una novia adornada con sus joyas.


Tan perfecta era tu belleza que tu fama se extendió por todas las naciones, pues yo te adorné con mi esplendor. Lo afirma el Señor omnipotente.


Tus clientes eran Arabia y todos los príncipes de Cedar, quienes te pagaban con corderos, carneros y chivos.


Basta con que el discípulo sea como su maestro, y el siervo como su amo. Si al jefe de la casa lo han llamado Beelzebú, ¡cuánto más a los de su familia!


»Cuando el rey entró a ver a los invitados, notó que allí había un hombre que no estaba vestido con el traje de boda.


»¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que a ti se envían! ¡Cuántas veces quise reunir a tus hijos, como reúne la gallina a sus pollitos debajo de sus alas, pero no quisiste!


Pero el padre ordenó a sus siervos: “¡Pronto! Traed la mejor ropa para vestirlo. Ponedle también un anillo en el dedo y sandalias en los pies.


Más bien, revestíos del Señor Jesucristo, y no os preocupéis por satisfacer los deseos de la naturaleza pecaminosa.


Al que no cometió pecado alguno, por nosotros Dios lo trató como pecador, para que en él recibiéramos la justicia de Dios.


Pero la Jerusalén celestial es libre, y esa es nuestra madre.


para hacerla santa. Él la purificó, lavándola con agua mediante la palabra,


¡Fijaos qué gran amor nos ha dado el Padre, que se nos llama hijos de Dios! ¡Y lo somos! El mundo no nos conoce, precisamente porque no lo conoció a él.


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