Cierto que de nada me arguye la conciencia, mas no por eso me creo justificado; quien me juzga es el Señor.'
Porque aunque de nada tengo mala conciencia, no por eso soy justificado; pero el que me juzga es el Señor.
Tengo la conciencia limpia, pero eso no demuestra que yo tenga razón. Es el Señor mismo quien me evaluará y tomará la decisión.
A pesar de que no veo nada que reprocharme, eso no basta para justificarme: el Señor me juzgará.
porque aunque de nada me acusa mi conciencia, no por eso soy justificado, pues el que me juzga es el Señor.
Aunque la conciencia de nada me remuerde, no por eso quedo justificado; mi juez es el Señor.