4 (5) ¡Que no diga mi enemigo: «Lo he vencido»! ¡Que no se alegre si yo fracaso!
Para que no diga mi enemigo: Lo vencí. Mis enemigos se alegrarían, si yo resbalara.
No permitas que mis enemigos se regodeen diciendo: «¡Lo hemos derrotado!». No dejes que se regodeen en mi caída.
y no diga mi enemigo que acabó conmigo, ni mis adversarios se alegren al verme vacilar.
Para que mi enemigo no diga: ¡Lo vencí! Ni mi adversario se alegre cuando sea sacudido.
Observa tú y atiéndeme, Señor, Dios mío; ilumina mis ojos, no me duerma en la muerte;