Feliz aquel que me escucha, y que día tras día se mantiene vigilante a las puertas de mi casa.
Bienaventurado el hombre que me escucha, Velando a mis puertas cada día, Aguardando a los postes de mis puertas.
¡Alegres son los que me escuchan, y están atentos a mis puertas día tras día, y me esperan afuera de mi casa!
Feliz el que me escucha, que aguarda cada día junto a mi puerta y permanece a la espera, en el umbral.
¡Cuán bienaventurado es el hombre que me escucha, Vigilando en mis portones cada día, Aguardando en el umbral de mis entradas!
Feliz el hombre que me escucha vigilando a mis puertas cada día, guardando los dinteles de mi entrada;