Oh Dios, tú conoces mi insensatez, y mis transgresiones no te son ocultas.
Dios, tú conoces mi insensatez, Y mis pecados no te son ocultos.
Oh Dios, tú sabes lo necio que soy; de ti no puedo ocultar mis pecados.
Tú sabes, oh Dios, si me he extraviado, pues no te están escondidos mis errores.
Oh ’Elohim, Tú conoces mi insensatez, Y mis pecados no te son ocultos.
Los que a tuerto me aborrecen son más que mis cabellos, y más fuertes que yo mis mentirosos enemigos: no habiendo yo robado, tendré que devolver.