Él que se asocia con un ladrón aborrece su propia vida; oye el juramento, pero no dice nada.
El cómplice del ladrón aborrece su propia alma; Pues oye la imprecación y no dice nada.
Si ayudas a un ladrón, solo te perjudicas a ti mismo; juras decir la verdad, pero no testificarás.
Busca su propia ruina y es cómplice del ladrón, el que nada dice cuando hacen jurar a los que saben.
El que se asocia a un ladrón aborrece su propia alma, Oye la maldición, pero no lo denuncia.
El cómplice del ladrón se odia a sí mismo: oye la maldición, pero no lo denuncia.