Como no se dejaba persuadir, nos callamos, diciéndonos: Que se haga la voluntad del Señor.
Y como no le pudimos persuadir, desistimos, diciendo: Hágase la voluntad del Señor.
Al ver que era imposible convencerlo, nos dimos por vencidos y dijimos: «Que se haga la voluntad del Señor».
Como no logramos convencerlo, dejamos de insistir y dijimos: 'Hágase la voluntad del Señor.
Y como no se dejaba persuadir,° desistimos, diciendo: ¡Hágase la voluntad del Señor!
Al ver que no podíamos convencerle, dejamos de insistir diciendo: 'Hágase la voluntad del Señor'.