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Gálatas 4 - Biblia de Jerusalem 3-Edicion Vs. Biblia de Jerusalem 3-Edicion

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Gálatas 4

1 Pues digo yo: Mientras el heredero es menor de edad, en nada se diferencia de un esclavo, con ser dueño de todo;

2 sino que está bajo tutores y administradores hasta el tiempo fijado por el padre.

3 De igual manera, también nosotros, mientras éramos menores de edad, éramos esclavos de los elementos del mundo.

4 Pero, al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley,

5 para rescatar a los que se hallaban bajo la ley, y para que recibiéramos la condición de hijos.

6 Y, como sois hijos, Dios envió a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama: ¡Abbá, Padre!

7 De modo que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero por voluntad de Dios.

8 Pero en otro tiempo, cuando no conocíais a Dios, servíais a los que en realidad no son dioses.

9 Mas, ahora que habéis conocido a Dios, o mejor, que él os ha conocido, ¿cómo retornáis a esos elementos sin fuerza ni valor, a los cuales queréis volver a servir de nuevo?

10 Observáis los días, los meses, las estaciones, los años.

11 Me hacéis temer haya sido en vano todo mi afán por vosotros.

12 Haceos como yo, pues yo me hice como vosotros. Ningún agravio me hicisteis.

13 Pero bien sabéis que una enfermedad corporal me dio ocasión para evangelizaros por primera vez;

14 y, no obstante la prueba que suponía para vosotros mi cuerpo, no me mostrasteis desprecio ni repulsa, sino que me recibisteis como a un mensajero de Dios: como a Cristo Jesús.

15 ¿Dónde está ahora el parabién que os dabais? Pues yo mismo puedo atestiguaros que os hubierais arrancado los ojos, de haber sido posible, para dármelos.

16 ¿Es que me he vuelto enemigo vuestro diciéndoos la verdad?

17 Ese interés por vosotros no es bueno; quieren alejaros de mí para que os intereséis por ellos.

18 Bien está ser objeto de interés para el bien, pero siempre, y no sólo cuando yo estoy entre vosotros.

19 ¡Hijitos míos!, por quienes sufro de nuevo dolores de parto, hasta ver a Cristo formado en vosotros.

20 Quisiera hallarme ahora en medio de vosotros para poder acomodar el tono de mi voz, pues no sé cómo habérmelas con vosotros.

21 Decidme vosotros, los que queréis estar sometidos a la ley: ¿No oís lo que dice la ley?

22 Pues está escrito que Abrahán tuvo dos hijos: uno de la esclava y otro de la libre.

23 Pero el de la esclava nació según la naturaleza; el de la libre, en virtud de la promesa.

24 Hay en ello una alegoría: estas mujeres representan dos alianzas; la primera, la del monte Sinaí, madre de los esclavos, es Agar,

25 (pues el monte Sinaí está en Arabia) y corresponde a la Jerusalén actual, que es esclava, y lo mismo sus hijos.

26 Pero la Jerusalén de arriba es libre; ésa es nuestra madre,

27 pues dice la Escritura: Regocíjate estéril, la que no dabas hijos; rompe en gritos de júbilo, la que no conocías los dolores de parto, que más son los hijos de la abandonada que los de la casada.

28 Y vosotros, hermanos, a la manera de Isaac, sois hijos de la promesa.

29 Pero, así como entonces el nacido según la naturaleza perseguía al nacido según el Espíritu, así también ahora.

30 Pero ¿qué dice la Escritura? Despide a la esclava y a su hijo, que no herederá el hijo de la esclava junto con el hijo de la libre.

31 Así que, hermanos, no somos hijos de la esclava, sino de la libre.

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Gálatas 4

1 Pues digo yo: Mientras el heredero es menor de edad, en nada se diferencia de un esclavo, con ser dueño de todo;

2 sino que está bajo tutores y administradores hasta el tiempo fijado por el padre.

3 De igual manera, también nosotros, mientras éramos menores de edad, éramos esclavos de los elementos del mundo.

4 Pero, al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley,

5 para rescatar a los que se hallaban bajo la ley, y para que recibiéramos la condición de hijos.

6 Y, como sois hijos, Dios envió a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama: ¡Abbá, Padre!

7 De modo que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero por voluntad de Dios.

8 Pero en otro tiempo, cuando no conocíais a Dios, servíais a los que en realidad no son dioses.

9 Mas, ahora que habéis conocido a Dios, o mejor, que él os ha conocido, ¿cómo retornáis a esos elementos sin fuerza ni valor, a los cuales queréis volver a servir de nuevo?

10 Observáis los días, los meses, las estaciones, los años.

11 Me hacéis temer haya sido en vano todo mi afán por vosotros.

12 Haceos como yo, pues yo me hice como vosotros. Ningún agravio me hicisteis.

13 Pero bien sabéis que una enfermedad corporal me dio ocasión para evangelizaros por primera vez;

14 y, no obstante la prueba que suponía para vosotros mi cuerpo, no me mostrasteis desprecio ni repulsa, sino que me recibisteis como a un mensajero de Dios: como a Cristo Jesús.

15 ¿Dónde está ahora el parabién que os dabais? Pues yo mismo puedo atestiguaros que os hubierais arrancado los ojos, de haber sido posible, para dármelos.

16 ¿Es que me he vuelto enemigo vuestro diciéndoos la verdad?

17 Ese interés por vosotros no es bueno; quieren alejaros de mí para que os intereséis por ellos.

18 Bien está ser objeto de interés para el bien, pero siempre, y no sólo cuando yo estoy entre vosotros.

19 ¡Hijitos míos!, por quienes sufro de nuevo dolores de parto, hasta ver a Cristo formado en vosotros.

20 Quisiera hallarme ahora en medio de vosotros para poder acomodar el tono de mi voz, pues no sé cómo habérmelas con vosotros.

21 Decidme vosotros, los que queréis estar sometidos a la ley: ¿No oís lo que dice la ley?

22 Pues está escrito que Abrahán tuvo dos hijos: uno de la esclava y otro de la libre.

23 Pero el de la esclava nació según la naturaleza; el de la libre, en virtud de la promesa.

24 Hay en ello una alegoría: estas mujeres representan dos alianzas; la primera, la del monte Sinaí, madre de los esclavos, es Agar,

25 (pues el monte Sinaí está en Arabia) y corresponde a la Jerusalén actual, que es esclava, y lo mismo sus hijos.

26 Pero la Jerusalén de arriba es libre; ésa es nuestra madre,

27 pues dice la Escritura: Regocíjate estéril, la que no dabas hijos; rompe en gritos de júbilo, la que no conocías los dolores de parto, que más son los hijos de la abandonada que los de la casada.

28 Y vosotros, hermanos, a la manera de Isaac, sois hijos de la promesa.

29 Pero, así como entonces el nacido según la naturaleza perseguía al nacido según el Espíritu, así también ahora.

30 Pero ¿qué dice la Escritura? Despide a la esclava y a su hijo, que no herederá el hijo de la esclava junto con el hijo de la libre.

31 Así que, hermanos, no somos hijos de la esclava, sino de la libre.

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Biblia de Jerusalén 3ra Edición

Copyright © la Biblia de Jerusalén, editada por Descleé de Brower ©

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