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Nehemías 8:7 - Biblia Traducción en Lenguaje Actual

7-8 Después de esto, los siguientes ayudantes de los sacerdotes colaboraron en hacer entender la ley de Dios al pueblo: Josué, Baní, Serebías, Jamín, Acub, Sabtai, Odías, Maaseías, Quelitá, Azarías, Jozabad, Hanán, Pelaías. Ellos leían y traducían con claridad el libro para que el pueblo pudiera entender.

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অধিক সংস্কৰণ

Biblia Reina Valera 1960

7 Y los levitas Jesúa, Bani, Serebías, Jamín, Acub, Sabetai, Hodías, Maasías, Kelita, Azarías, Jozabed, Hanán y Pelaía, hacían entender al pueblo la ley; y el pueblo estaba atento en su lugar.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

7 Entonces los levitas —Jesúa, Bani, Serebías, Jamín, Acub, Sabetai, Hodías, Maaseías, Kelita, Azarías, Jozabed, Hanán y Pelaías— instruyeron al pueblo en la ley mientras todos permanecían en sus lugares.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

7 Josué, Bani, Serebías, Yamín, Acub, Sabtay, Hodías, Maaseías, Quelita, Azarías, Yozabad, Janán y Pelaías, que eran levitas, explicaban la Ley al pueblo, mientras éste permanecía de pie.

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La Biblia Textual 3a Edicion

7 Y los levitas Jesuá, Bani, Serebías, Jamín, Acub, Sabetay, Hodías, Maasías, Kelita, Azarías, Jozabed, Hanán y Pelaía, hacían entender al pueblo la Ley,° y el pueblo permanecía atento en su lugar.°

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

7 Los levitas Josué, Baní, Serebías, Yamín, Acub, Sabetay, Hodías, Maasías, Quelitá, Azarías, Jozabad, Janán y Pelayas enseñaban la ley al pueblo, que permanecía de pie.

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Nehemías 8:7
27 পৰস্পৰ সংযোগসমূহ  

Josué, Binuy, Cadmiel, Sebanías, Binui, Serebías, Baní, Quenaní, Hasabnías, Odías y Petahías, que eran ayudantes de Nehemías y estaban en la plataforma, oraron a Dios en voz alta: «¡Bendito sea nuestro poderoso Dios! ¡Alabémoslo hoy, mañana y siempre! ¡Dios nuestro, no son suficientes las palabras para darte la alabanza que mereces!»


Además, deben enseñar a los israelitas a obedecer los mandamientos que les di por medio de Moisés».


Luego los sacerdotes Benjamín y Hasub repararon la sección del muro que quedaba frente a su casa. Azarías hijo de Maaseías, nieto de Ananías, reparó el muro junto a su casa.


»Ustedes los sacerdotes son mis mensajeros. Su deber es enseñar mis mandamientos a los que me buscan.


De los vigilantes de las entradas se quedaron Acub y Talmón, junto con sus parientes. En total eran ciento setenta y dos vigilantes.


Esdras estaba de pie sobre una plataforma de madera que se había construido para esa ocasión, de manera que todos podían verlo. A su derecha, también de pie, estaban Matatías, Sema, Anías, Urías, Hilquías y Maaseías. A su izquierda estaban Pedaías, Misael, Malquías, Hasum, Hasbadana, Zacarías y Mesulam. Cuando abrió el libro, todos se pusieron de pie.


Éser hijo de Josué, gobernador de Mispá, reparó la sección frente a la calle que lleva al depósito de armas de la esquina.


Estos fueron los descendientes de Leví que trabajaron en la reconstrucción del muro de protección: Rehúm hijo de Baní, y después Hasabías, que era gobernador de la mitad del distrito de Queilá, repararon la sección que seguía, en representación de su distrito.


Gracias a Dios, nos mandaron a Serebías, y a sus hijos y hermanos; en total nos mandaron a dieciocho personas. Serebías era un hombre muy capaz, descendiente de Mahli, un hombre de la tribu de Leví.


»Ustedes enseñan a su pueblo a cumplir sus mandamientos; y en el altar de Dios presentan toda clase de ofrendas.


A los ayudantes de los sacerdotes que se dedicaban a la enseñanza de la ley de Dios, les ordenó lo siguiente: «Ya no es necesario que transporten de un lugar a otro el cofre del pacto de Dios. Pónganlo en el templo que el rey Salomón construyó. De ahora en adelante trabajarán en el templo, al servicio de su Dios y su pueblo Israel.


Entonces Esdras alabó al Dios todopoderoso, y todos, con los brazos en alto, dijeron: «¡Sí, sí, alabado sea Dios!» Luego se inclinaron hasta tocar el suelo con la frente y adoraron a Dios.


Así que todos se fueron y organizaron una gran fiesta para celebrar que habían entendido la lectura del libro de la Ley. Todos fueron invitados a la fiesta, y comieron y bebieron con alegría.


Luego el rey se dio vuelta y miró a todo el pueblo de Israel, que se había reunido y estaba de pie. Entonces los bendijo y


Durante tres horas permanecieron en ese mismo lugar, mientras se les leía el libro de la Ley de Dios. Las tres horas siguientes las dedicaron a confesar sus pecados y a adorar a Dios.


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