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Hechos 21:30 - Biblia Traducción en Lenguaje Actual

30 Toda la gente de la ciudad se alborotó, y pronto se reunió una gran multitud. Agarraron a Pablo, lo sacaron del templo, y de inmediato cerraron las puertas.

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অধিক সংস্কৰণ

Biblia Reina Valera 1960

30 Así que toda la ciudad se conmovió, y se agolpó el pueblo; y apoderándose de Pablo, le arrastraron fuera del templo, e inmediatamente cerraron las puertas.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

30 Toda la ciudad fue estremecida por estas acusaciones y se desencadenó un gran disturbio. Agarraron a Pablo y lo arrastraron fuera del templo e inmediatamente cerraron las puertas detrás de él.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

30 La ciudad entera se alborotó. Concurrió la gente de todas partes, y tomando a Pablo, lo arrastraron hacia la salida del Templo, cerrando inmediatamente las puertas.

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La Biblia Textual 3a Edicion

30 Así que, toda la ciudad se alborotó, y se agolpó el pueblo; y prendiendo a Pablo, lo arrastraron fuera del templo, y cerraron inmediatamente las puertas.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

30 Se alborotó la ciudad entera y se produjo una manifestación popular que, apoderándose de Pablo, lo arrastraba fuera del templo. En seguida cerraron las puertas.

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Hechos 21:30
9 পৰস্পৰ সংযোগসমূহ  

»¡Por eso algunos judíos me tomaron prisionero en el templo, y quisieron matarme!


He viajado mucho. He cruzado ríos arriesgando mi vida, he estado a punto de ser asaltado, me he visto en peligro entre la gente de mi pueblo y entre los extranjeros, en la ciudad y en el campo, en el mar y entre falsos hermanos de la iglesia.


Entonces toda la gente de la ciudad se alborotó, y algunos fueron y apresaron a Gayo y a Aristarco, los dos compañeros de Pablo que habían venido de Macedonia, y los arrastraron hasta el teatro.


Entonces sacaron de allí a Jesús, y lo llevaron a lo alto de la colina donde estaba el pueblo, pues querían arrojarlo por el precipicio.


Cuando Jesús entró en la ciudad de Jerusalén, toda la gente se alborotó, y decía: —¿Quién es este hombre?


El rey Herodes y todos los habitantes de Jerusalén se pusieron muy nerviosos cuando oyeron hablar de esto.


El sacerdote Joiadá les ordenó a los capitanes del ejército: «¡No la maten en el templo, mátenla afuera, y también a cualquiera que la defienda!»


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