Hebreos 9:12 - Biblia Traducción en Lenguaje Actual12 Cristo no entró a ese santuario para ofrecer a Dios la sangre de animales, sino para ofrecer su propia sangre. Entró una sola vez y para siempre; de ese modo, de una vez por todas nos libró del pecado. অধ্যায়টো চাওকঅধিক সংস্কৰণBiblia Reina Valera 196012 y no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención. অধ্যায়টো চাওকBiblia Nueva Traducción Viviente12 Con su propia sangre —no con la sangre de cabras ni de becerros— entró en el Lugar Santísimo una sola vez y para siempre, y aseguró nuestra redención eterna. অধ্যায়টো চাওকBiblia Católica (Latinoamericana)12 Y no fue la sangre de chivos o de novillos la que le abrió el santuario, sino su propia sangre, cuando consiguió de una sola vez la liberación definitiva. অধ্যায়টো চাওকLa Biblia Textual 3a Edicion12 ni por medio de la sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por medio de su propia sangre, entró una vez por todas en el lugar santísimo, habiendo asegurado eterna redención. অধ্যায়টো চাওকBiblia Serafín de Ausejo 197512 Entró en el 'lugar santísimo', de una vez por siempre, no por medio de sangre de machos cabríos ni de becerros, sino de la suya propia, consiguiendo la redención eterna. অধ্যায়টো চাওক |
Así, por medio de Jesucristo, entramos en un nuevo pacto con Dios. Porque Jesucristo murió para que Dios nos perdonara todo lo malo que hicimos cuando servíamos al primer pacto. Y por medio de su muerte, también los que hemos sido elegidos por Dios recibiremos la salvación eterna que él nos ha prometido.
Jesús no es como los otros sacerdotes, que todos los días tienen que matar animales para ofrecérselos a Dios y pedirle perdón por sus propios pecados, y luego tienen que hacer lo mismo por los pecados del pueblo. Por el contrario, cuando Jesús murió por nuestros pecados, ofreció su vida una sola vez y para siempre.
El Hijo de Dios nos muestra el poder y la grandeza de su Padre. El Hijo de Dios es igual en todo a su Padre, y con su gran poder hace que el universo siga existiendo. El Hijo de Dios logró que Dios nos perdonara nuestros pecados, y después subió al cielo para sentarse a la derecha del trono de su Padre.
”¡Fíjate bien, Josué! Delante de ti he puesto una piedra. Es una piedra de siete costados. Voy a grabar algo en esa piedra, y en un solo día borraré los pecados de toda la tierra. Cuando llegue ese día, se invitarán unos a otros a sentarse bajo los árboles, y podrán disfrutar tranquilos de sus uvas y de sus higos. Yo soy el Dios de Israel, y les juro que así será”».
”Tienen que pasar setenta semanas para que termine el castigo contra tu pueblo y la ciudad santa, y Dios les perdone su maldad. Tienen que pasar setenta semanas para que lleguen a su fin la desobediencia y el pecado. Al cabo de ese tiempo siempre habrá justicia, y sucederá lo que viste, y Dios cumplirá su promesa. Su santo templo será purificado, y se le volverá a dedicar.
Pues si todo eso tiene poder, más poder tiene la sangre de Cristo. Porque por medio del Espíritu, que vive para siempre, Cristo se ofreció a sí mismo a Dios como sacrificio sin mancha ni pecado. Su sangre nos purifica, para que estemos seguros de que hemos sido perdonados, y para que podamos servir a Dios, que vive para siempre.