Una y otra vez el Señor, el Dios de sus padres, advirtió a su pueblo por medio de sus profetas, porque quería mostrar misericordia con ellos y con su Templo.
Juan 4:38 - Versión Biblia Libre Yo los envío a ustedes a cosechar aquello que no sembraron. Otros hicieron la obra, y ustedes han segado ahora los beneficios de lo que ellos hicieron”. Más versionesBiblia Reina Valera 1960 Yo os he enviado a segar lo que vosotros no labrasteis; otros labraron, y vosotros habéis entrado en sus labores. Biblia Nueva Traducción Viviente Yo los envié a ustedes a cosechar donde no sembraron; otros ya habían hecho el trabajo, y ahora a ustedes les toca levantar la cosecha. Biblia Católica (Latinoamericana) Yo los he enviado a ustedes a cosechar donde otros han trabajado y sufrido. Otros se han fatigado y ustedes han retomado de su trabajo. La Biblia Textual 3a Edicion Yo os envié a segar lo que vosotros no habéis labrado; otros han labrado, y vosotros habéis entrado en su labor. Biblia Serafín de Ausejo 1975 Yo os envié a cosechar lo que vosotros no habéis trabajado; otros realizaron su trabajo, y de él os habéis aprovechado vosotros'. Biblia Reina Valera Gómez (2023) Yo os he enviado a segar lo que vosotros no labrasteis; otros labraron, y vosotros habéis entrado en sus labores. |
Una y otra vez el Señor, el Dios de sus padres, advirtió a su pueblo por medio de sus profetas, porque quería mostrar misericordia con ellos y con su Templo.
Yo les envié a todos mis siervos los profetas una y otra vez para advertirles: “No hagan estas cosas ofensivas que yo odio”.
Jesús viajó por toda Galilea, enseñando en las sinagogas, contando las buena nueva del reino, y sanando todas las enfermedades que tenían las personas.
Él vino como testigo para hablar acerca de la luz, a fin de que todos pudieran creer por medio de él.
Así que el proverbio que dice ‘uno es el que siembra y otro es el que cosecha,’ es verdadero.
Muchos samaritanos de aquella ciudad creyeron en él porque la mujer dijo “Él me dijo todo lo que yo he hecho”.
Aquellos que aceptaban lo que él decía, eran bautizados, sumándose así cerca de tres mil personas al grupo de creyentes en ese día.
Todos los creyentes tenían un mismo pensar y un mismo sentir. Ninguno de ellos consideraba nada como suyo sino que compartían todas las cosas unos con otros.
Pero muchos de los que habían escuchado el mensaje lo creyeron, y el número total de creyentes aumentó hasta cerca de cinco mil.
La palabra de Dios seguía siendo esparcida, y el número de discípulos en Jerusalén aumentó grandemente, incluyendo a un gran número de sacerdotes que se comprometieron a creer en Jesús.
Nosotros no nos estamos jactando con términos extravagantes que no puedan medirse, reclamando crédito por lo que otros han hecho. Por el contrario, esperamos que a medida que su fe en Dios aumenta, nuestra obra entre ustedes crezca en gran manera.