David y sus hombres continuaron por el camino, y Simei los seguía por la ladera de enfrente. Siguió maldiciendo mientras avanzaba, arrojándole piedras y tierra a David.
2 Samuel 19:21 - Versión Biblia Libre Abisai, hijo de Sarvia, dijo: “¿No debería ser ejecutado Simei por esto, por haber maldecido al ungido del Señor?” Más versionesBiblia Reina Valera 1960 Respondió Abisai hijo de Sarvia y dijo: ¿No ha de morir por esto Simei, que maldijo al ungido de Jehová? Biblia Nueva Traducción Viviente Entonces Abisai hijo de Sarvia dijo: —¡Simei debe morir, porque maldijo al rey ungido por el Señor! Biblia Católica (Latinoamericana) Tu servidor sabe muy bien que pecó, pero ahora ha sido el primero de toda la casa de Israel en venir al encuentro del rey mi señor'. La Biblia Textual 3a Edicion Pero Abisai, hijo de Sarvia, respondió y dijo: ¿No ha de ser muerto Simei, por cuanto maldijo al ungido de YHVH? Biblia Serafín de Ausejo 1975 Porque yo, tu siervo, reconozco que he pecado. ¡Y hoy vengo el primero de toda la casa de José y he bajado al encuentro de mi señor, el rey!'. Biblia Reina Valera Gómez (2023) Pero Abisai, hijo de Sarvia, respondió y dijo: ¿No ha de morir por esto Simeí, que maldijo al ungido de Jehová? |
David y sus hombres continuaron por el camino, y Simei los seguía por la ladera de enfrente. Siguió maldiciendo mientras avanzaba, arrojándole piedras y tierra a David.
Cuando el rey David llegó a la ciudad de Bahurim, un hombre de la familia de Saúl estaba saliendo. Se llamaba Simei, hijo de Gera, y gritaba maldiciones al llegar.
Abisai, hijo de Sarvia, preguntó al rey: “¿Por qué este perro muerto debe maldecir a Su Majestad? Deja que vaya y le corte la cabeza”.
El rey, el ungido del Señor, el “aliento de vida” de nuestra nación, fue atrapado y capturado por ellos. Habíamos dicho de él: “Bajo su protección viviremos entre las naciones”.
Y les dijo a sus hombres: “Que el Señor me impida hacer algo así a mi amo, el ungido del Señor. Nunca lo atacaré, porque es el ungido del Señor”.
Pero David le dijo a Abisai: “¡No, no lo mates! ¿Quién puede atacar al ungido del Señor y no ser culpable de un crimen?