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Mateo 8:3 - Nueva Versión Internacional 2019 (simplificada - Nuevo Testamento)

Jesús extendió la mano y tocó al hombre. ―Sí, quiero —le dijo—. ¡Queda sano! Y al instante quedó sano de la lepra.

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Más versiones

Biblia Reina Valera 1960

Jesús extendió la mano y le tocó, diciendo: Quiero; sé limpio. Y al instante su lepra desapareció.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

Jesús extendió la mano y lo tocó. —Sí quiero —dijo—. ¡Queda sano! Al instante, la lepra desapareció.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

Jesús extendió la mano, lo tocó y le dijo: 'Quiero, queda limpio. Al momento quedó limpio de la lepra.

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La Biblia Textual 3a Edicion

Y extendiendo la mano lo tocó diciendo: Quiero, sé limpio. Y al instante fue limpiada su lepra.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

Y extendiendo la mano, lo tocó y le dijo: 'Quiero, queda limpio'. E inmediatamente quedó limpio de su lepra.

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Biblia Reina Valera Gómez (2023)

Y Jesús extendiendo su mano le tocó, diciendo: Quiero; sé limpio. Y al instante quedó limpio de su lepra.

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Otras versiones



Mateo 8:3
19 Referencias Cruzadas  

Entonces le dijo al hombre: ―Extiende la mano. Así que la extendió y le quedó curada, tan sana como la otra.


Jesús le tuvo compasión, así que extendió la mano, tocó al hombre y le dijo: ―Sí, quiero. ¡Queda sano!


Él se levantó, dio órdenes al viento y les dijo a las olas: ―¡Silencio! ¡Cálmense! El viento se calmó y todo quedó completamente tranquilo.


La tomó de la mano y le dijo: «Talita cum», que significa: «Niña, a ti te digo, ¡levántate!».


Luego, mirando al cielo, suspiró profundamente y le dijo: «¡Efatá!» (que significa: ¡Ábrete!).


Al ver Jesús que se juntaba mucha gente, reprendió al espíritu maligno. ―Espíritu sordo y mudo —dijo—, te mando que salgas y que jamás vuelvas a entrar en él.


Así mismo, había en Israel muchos enfermos de lepra en tiempos del profeta Eliseo, pero ninguno de ellos fue sanado, sino Naamán el sirio».


Jesús extendió la mano y tocó al hombre. ―Sí, quiero —le dijo—. ¡Queda sano! Y al instante se le quitó la lepra.


Entonces se acercó y tocó la camilla donde llevaban el muerto. Los que lo llevaban se detuvieron, y Jesús dijo: ―Joven, ¡te ordeno que te levantes!


Dicho esto, gritó con todas sus fuerzas: ―¡Lázaro, sal fuera!


He hecho entre ellos obras que ningún otro antes ha realizado. Si no las hubiera hecho, no serían culpables de pecado. Pero ahora las han visto y, sin embargo, a mí y a mi Padre nos han odiado.


Porque así como el Padre resucita a los muertos y les da vida, así también el Hijo da vida a quienes él quiere.