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Mateo 8:2 - Nueva Versión Internacional 2019 (simplificada - Nuevo Testamento)

Un hombre que estaba enfermo de lepra se le acercó y se arrodilló delante de él. ―Señor, si quieres, puedes sanarme —le dijo.

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Más versiones

Biblia Reina Valera 1960

Y he aquí vino un leproso y se postró ante él, diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

De repente, un hombre con lepra se le acercó y se arrodilló delante de él. —Señor —dijo el hombre—, si tú quieres, puedes sanarme y dejarme limpio.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

Un leproso se acercó, se arrodilló delante de él y le dijo: 'Señor, si tú quieres, puedes limpiarme.

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La Biblia Textual 3a Edicion

Y he aquí un leproso, se acercó, y se postraba ante Él diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

En esto, se le acercó un leproso y se postró delante de él, diciéndole: 'Señor, si quieres, puedes dejarme limpio'.

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Biblia Reina Valera Gómez (2023)

Y he aquí, vino un leproso y le adoraba, diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme.

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Otras versiones



Mateo 8:2
37 Referencias Cruzadas  

Sanen a los enfermos, resuciten a los muertos, sanen de su enfermedad a los que tienen lepra, echen fuera a los demonios. Lo que ustedes recibieron gratis denlo gratuitamente.


Y, por la falta de fe de ellos, no hizo allí muchos milagros.


Y los que estaban en la barca lo adoraron diciendo: ―Verdaderamente tú eres el Hijo de Dios.


La mujer se acercó y, arrodillándose delante de él, le suplicó: ―¡Señor, ayúdame!


El siervo se arrodilló delante de él. “Tenga paciencia conmigo —le rogó— y se lo pagaré todo”.


Cuando llegaron a la casa, vieron al niño con María, su madre; y arrodillándose lo adoraron. Abrieron sus cofres y le presentaron como regalos oro, incienso y mirra.


Entonces la madre de los hijos de Zebedeo se acercó juntamente con ellos a Jesús y, arrodillándose, le pidió un favor.


Estaba Jesús en Betania, en casa de Simón llamado el Leproso.


Cuando lo vieron, lo adoraron; pero algunos dudaban.


En eso Jesús les salió al encuentro y las saludó. Ellas se le acercaron, le abrazaron los pies y lo adoraron.


―Todo esto te daré si te arrodillas y me adoras.


Cuando Jesús bajó de la montaña, lo siguieron muchísimas personas.


Los discípulos fueron a despertarlo. ―¡Señor —gritaron—, sálvanos, que nos vamos a ahogar!


Mientras él les decía esto, un dirigente judío llegó, se arrodilló delante de él y le dijo: ―Mi hija acaba de morir. Pero ven y pon tu mano sobre ella y vivirá.


Así mismo, había en Israel muchos enfermos de lepra en tiempos del profeta Eliseo, pero ninguno de ellos fue sanado, sino Naamán el sirio».


―Creo, Señor —declaró el hombre. Y, arrodillándose, lo adoró.


―¡De ninguna manera, Señor! —respondió Pedro—. Jamás he comido algo impuro o prohibido por nuestra Ley.


Al llegar Pedro a la casa, Cornelio salió a recibirlo y, arrodillándose delante de él, le rindió homenaje.


En ese momento los secretos de su corazón quedarán al descubierto. Así que se arrodillará ante Dios, lo adorará y dirá: «¡Realmente Dios está entre ustedes!».


Entonces me arrodillé a sus pies para adorarlo. Pero él me dijo: «¡No, cuidado! Soy un servidor como tú y como los creyentes que se mantienen fieles al mensaje de Jesús. ¡Adora solo a Dios! El mensaje de Jesús se comparte con otros por medio del poder del Espíritu».