Jesús sintió compasión de ellos y les tocó los ojos. Al instante recobraron la vista y lo siguieron.
Lucas 8:44 - Nueva Versión Internacional 2019 (simplificada - Nuevo Testamento) Ella se le acercó por detrás y le tocó el borde del manto, y al instante paró su hemorragia. Más versionesBiblia Reina Valera 1960 se le acercó por detrás y tocó el borde de su manto; y al instante se detuvo el flujo de su sangre. Biblia Nueva Traducción Viviente Acercándose a Jesús por detrás, le tocó el fleco de la túnica. Al instante, la hemorragia se detuvo. Biblia Católica (Latinoamericana) se acercó por detrás y tocó el fleco de su manto. Al instante se le detuvo el derrame. La Biblia Textual 3a Edicion acercándose por detrás, se agarró del borde de su manto; y al instante el flujo de su sangre se detuvo. Biblia Serafín de Ausejo 1975 acercándose por detrás, le tocó el borde del manto, e inmediatamente cesó su flujo de sangre. Biblia Reina Valera Gómez (2023) vino por detrás y tocó el borde de su manto; y al instante se estancó el flujo de su sangre. |
Jesús sintió compasión de ellos y les tocó los ojos. Al instante recobraron la vista y lo siguieron.
Jesús extendió la mano y tocó al hombre. ―Sí, quiero —le dijo—. ¡Queda sano! Y al instante quedó sano de la lepra.
En esto, una mujer que hacía doce años que sufría de constantes derrames de sangre se le acercó por detrás y le tocó el borde del manto.
Y dondequiera que iba, en pueblos, ciudades o caseríos, colocaban a los enfermos en las plazas. Le suplicaban que les permitiera tocar siquiera el borde de su manto. Y quienes lo tocaban quedaban sanos.
Al mismo tiempo, puso las manos sobre ella, y al instante la mujer se enderezó y empezó a alabar a Dios.
Llorando, se arrojó a los pies de Jesús, de manera que se los bañaba en lágrimas. Luego se los secó con los cabellos; también se los besaba y les ponía del perfume.
Había entre la gente una mujer que hacía doce años que sufría de constantes derrames de sangre, sin que nadie pudiera sanarla. Había gastado todo lo que tenía en médicos.
―¿Quién me ha tocado? —preguntó Jesús. Como todos negaban haberlo tocado, Pedro le dijo: ―Maestro, son muchos los que te aprietan y te oprimen.
El que había sido sanado no tenía idea de quién era. Pues Jesús había desaparecido entre la mucha gente que estaba en el lugar.
La gente incluso ponía sobre los enfermos pañuelos y delantales que Pablo había tocado, y estos sanaban. Hasta los espíritus malignos salían de ellos.
Era tal la cantidad de hombres y mujeres que hasta sacaban a los enfermos a las plazas y los ponían en camillas. Esperaban que, al pasar Pedro, por lo menos su sombra cayera sobre alguno de ellos.