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Lucas 7:13 - Nueva Versión Internacional 2019 (simplificada - Nuevo Testamento)

Al verla, el Señor sintió compasión de ella y le dijo: ―No llores.

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Más versiones

Biblia Reina Valera 1960

Y cuando el Señor la vio, se compadeció de ella, y le dijo: No llores.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

Cuando el Señor la vio, su corazón rebosó de compasión. «No llores», le dijo.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

Al verla, el Señor se compadeció de ella y le dijo: 'No llores.

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La Biblia Textual 3a Edicion

Al verla, el Señor fue movido a compasión a causa de ella, y le dijo: No llores.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

Al verla, el Señor sintió compasión de ella y le dijo: 'No llores más'.

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Biblia Reina Valera Gómez (2023)

Y cuando el Señor la vio, se compadeció de ella, y le dijo: No llores.

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Otras versiones



Lucas 7:13
36 Referencias Cruzadas  

―Siento compasión de esta gente porque ya llevan tres días conmigo y no tienen nada que comer.


Después de esto, el Señor eligió a otros setenta y dos discípulos. Y los envió de dos en dos delante de él a todo pueblo y lugar adonde él pensaba ir.


Un día estaba Jesús orando en cierto lugar. Cuando terminó, le dijo uno de sus discípulos: ―Señor, enséñanos a orar, así como Juan enseñó a sus discípulos.


―Resulta que ustedes los fariseos —les dijo el Señor— limpian el vaso y el plato por fuera. Sin embargo, por dentro están ustedes llenos de robo y de maldad.


Respondió el Señor: ―¿Quién es el mayordomo fiel y prudente a quien su señor deja encargado de los siervos para repartirles la comida a su debido tiempo?


―¡Hipócritas! —le contestó el Señor—. ¿Acaso no desata cada uno de ustedes su buey o su burro en sábado, y lo saca del establo para llevarlo a tomar agua?


Entonces los apóstoles le dijeron al Señor: ―¡Aumenta nuestra fe!


―Si ustedes tuvieran fe tan pequeña como una semilla de mostaza —les respondió el Señor—, podrían decirle a este árbol sicómoro: “Arráncate de raíz y plántate en el mar”, y les obedecería.


Continuó el Señor: «Tengan en cuenta lo que dijo el juez injusto.


Pero Zaqueo se puso de pie y dijo: ―Mira, Señor: Ahora mismo voy a dar a los pobres la mitad de mis bienes. Y, si en algo he robado a alguien, le devolveré cuatro veces la cantidad que sea.


El Señor se volvió y miró directamente a Pedro. Entonces Pedro se acordó de lo que el Señor le había dicho: «Hoy mismo, antes de que el gallo cante, me negarás tres veces».


Pero, al entrar, no hallaron el cuerpo del Señor Jesús.


«¡Es cierto! —decían—. El Señor ha resucitado y se le ha aparecido a Simón».


Cuando ya se acercaba a las puertas del pueblo, vio que sacaban de allí a un muerto. Era el único hijo de una mujer viuda. La acompañaba un grupo grande de la población.


Entonces se acercó y tocó la camilla donde llevaban el muerto. Los que lo llevaban se detuvieron, y Jesús dijo: ―Joven, ¡te ordeno que te levantes!


y los envió al Señor a preguntarle: ―¿Eres tú el que estábamos esperando o debemos esperar a otro?


Todos estaban llorando, muy afligidos por ella. ―Dejen de llorar —les dijo Jesús—. No está muerta, sino dormida.


María fue la que ungió con perfume al Señor y le secó los pies con sus cabellos.


Las dos hermanas mandaron a decirle a Jesús: «Señor, tu amigo querido está enfermo».


―¿Por qué lloras, mujer? —le preguntaron los ángeles. ―Es que se han llevado a mi Señor, y no sé dónde lo han puesto —les respondió.


Jesús le dijo: ―¿Por qué lloras, mujer? ¿A quién buscas? Ella, pensando que se trataba del que cuidaba el huerto, le dijo: ―Señor, si usted se lo ha llevado, dígame dónde lo ha puesto, y yo iré por él.


Jesús se enteró de que los fariseos sabían que él estaba haciendo y bautizando más discípulos que Juan.


Sin embargo, algunas barcas de Tiberíades se acercaron al lugar. Llegaron justo adonde la gente había comido el pan luego de que el Señor diera gracias.


Los que lloran, como si no lloraran, y los que se alegran, como si no se alegraran. Los que compran algo, como si no lo tuvieran,


Hermanos en la fe, no queremos que ignoren lo que va a pasar con los que ya han muerto, para que no se pongan tristes como la gente que no tiene esperanza.


Por eso era necesario que en todo se pareciera a ellos. Lo hizo para ser un sumo sacerdote fiel y lleno de amor al servicio de Dios. De este modo pudo ofrecer un sacrificio para el perdón de los pecados del pueblo.


Pues no tenemos un sumo sacerdote incapaz de entender nuestras debilidades. Al contrario, contamos con uno que ha sido tentado en todo de la misma manera que nosotros, pero él nunca pecó.