»Mi Padre me ha entregado todas las cosas. Nadie conoce al Hijo, sino el Padre, y nadie conoce al Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo quiera revelarlo.
Juan 7:28 - Nueva Versión Internacional 2019 (simplificada - Nuevo Testamento) Por eso Jesús, que seguía enseñando en el Templo, dijo: ―¡Con que ustedes me conocen y saben de dónde vengo! No he venido por mi propia cuenta, sino que me envió uno en quien se puede confiar. Ustedes no lo conocen, Más versionesBiblia Reina Valera 1960 Jesús entonces, enseñando en el templo, alzó la voz y dijo: A mí me conocéis, y sabéis de dónde soy; y no he venido de mí mismo, pero el que me envió es verdadero, a quien vosotros no conocéis. Biblia Nueva Traducción Viviente Mientras Jesús enseñaba en el templo, exclamó: «Es cierto, ustedes me conocen y saben de dónde provengo, pero no estoy aquí por mi propia cuenta. El que me envió es veraz, y ustedes no lo conocen; Biblia Católica (Latinoamericana) Entonces Jesús dijo en voz muy alta mientras enseñaba en el Templo: 'Ustedes dicen que me conocen. Ustedes saben de dónde vengo. Sepan que yo no he venido por mi propia cuenta: quien me envía es el Verdadero, y ustedes no lo conocen. La Biblia Textual 3a Edicion Jesús entonces, mientras enseñaba en el templo, alzó la voz y dijo: ¡Conque me conocéis y sabéis de dónde soy! Pero Yo no he venido de mí mismo, sino que el que me envió, a quien vosotros no conocéis,° es verdadero. Biblia Serafín de Ausejo 1975 Entonces Jesús, que estaba enseñando en el templo, exclamó con voz fuerte: '¡Sí, vosotros me conocéis y sabéis de dónde soy! Sin embargo, no he venido por mi cuenta, pero es veraz el que me ha enviado, a quien vosotros no conocéis. Biblia Reina Valera Gómez (2023) Entonces Jesús, enseñando en el templo, alzó la voz y dijo: Vosotros me conocéis, y sabéis de dónde soy; y no he venido de mí mismo; pero el que me envió es verdadero, a quien vosotros no conocéis. |
»Mi Padre me ha entregado todas las cosas. Nadie conoce al Hijo, sino el Padre, y nadie conoce al Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo quiera revelarlo.
y fue a vivir en un pueblo llamado Nazaret. Con esto se cumplió lo dicho por los profetas: «Lo llamarán Nazareno».
Y de inmediato dijo a la turba: ―¿Acaso soy un bandido, para que vengan con espadas y palos a arrestarme? Todos los días me sentaba a enseñar en el Templo, y no me arrestaron.
»Mi Padre me ha entregado todas las cosas. Nadie sabe quién es el Hijo, sino el Padre, y nadie sabe quién es el Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo quiera revelarlo».
Hoy les ha nacido en la Ciudad de David un Salvador, que es Cristo el Señor.
Después de haber cumplido con todo lo que exigía la Ley del Señor, José y María regresaron a Galilea, a su propio pueblo de Nazaret.
También José, que era descendiente del rey David, subió de Nazaret, ciudad de Galilea, a Judea. Fue a Belén, la Ciudad de David,
Así que Jesús bajó con sus padres a Nazaret y vivió obedeciéndolos en todo. Y su madre guardaba todas estas cosas en el corazón.
―¡De Nazaret! —respondió Natanael—. ¿Acaso de allí puede salir algo bueno? ―Ven a ver —le contestó Felipe.
Entonces, ¿por qué me acusan de ofender a mi Padre, quien me apartó para enviarme al mundo? ¿Tan solo porque dije: “Yo soy el Hijo de Dios”?
Yo no he hablado por mi propia cuenta. El Padre que me envió me ordenó qué decir y cómo decirlo.
¿Acaso no crees que yo estoy en el Padre y que el Padre está en mí? Las palabras que yo les hablo, no las hablo como cosa mía. El Padre, que está en mí, es el que hace sus obras.
Pero el mundo tiene que saber que amo al Padre, y que hago exactamente lo que él me ha ordenado que haga. »¡Levántense, vámonos de aquí!
»Padre justo, aunque el mundo no te conoce, yo sí te conozco, y estos reconocen que tú me enviaste.
Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien tú has enviado.
Este fue de noche a visitar a Jesús. ―Maestro —le dijo—, sabemos que has venido de parte de Dios. Pues nadie podría hacer las señales milagrosas que tú haces si Dios no estuviera con él.
Otro es el que testifica en mi favor, y me consta que es válido el testimonio que él da de mí.
Yo he venido en nombre de mi Padre, y ustedes no me aceptan. Sin embargo, si otro viniera en su propio nombre, a ese sí lo aceptarían.
Y se decían: «¿Acaso no es este Jesús, el hijo de José? ¿No conocemos a su padre y a su madre? ¿Cómo es que sale diciendo: “Yo bajé del cielo”?».
Jesús esperó hasta la mitad de la fiesta para subir al Templo y comenzar a enseñar.
―Aunque yo sea mi propio testigo —contestó Jesús—, mi testimonio es válido, porque yo sé de dónde he venido y a dónde voy. Pero ustedes no saben de dónde vengo ni a dónde voy.
Y, si lo hago, mis juicios son válidos. Yo no lo hago por mi cuenta, sino en unión con el Padre que me envió.
Ellos le preguntaron: ―¿Dónde está tu padre? Jesús les respondió: ―Ustedes no me conocen a mí ni a mi Padre. Si me conocieran, también conocerían a mi Padre.
Son muchas las cosas que tengo que decir y juzgar de ustedes. Lo que yo le digo al mundo es lo mismo que he oído decir al que me envió. Y él dice la verdad.
―Si Dios fuera su Padre —les contestó Jesús—, ustedes me amarían, porque yo he venido de Dios y aquí me tienen. No he venido por mi propia cuenta, sino que él me envió.
Y sabemos que a Moisés le habló Dios; pero de este no sabemos ni de dónde salió.
Al pasar y fijarme en sus lugares sagrados, encontré incluso un altar con esta inscripción: A un dios desconocido. Pues bien, eso que ustedes adoran como algo desconocido es lo que yo les anuncio.
Además, pensaron que no valía la pena reconocer a Dios. Por eso, él los ha dejado hacer todo lo que su malvada mente los llevara a hacer. Así que, han hecho lo que no debían hacer.
¡De ninguna manera! Dios siempre dice la verdad aunque el hombre sea mentiroso. Así dicen las Escrituras: «Todos saben que siempre dices la verdad, por eso ganas en todo juicio».
Pero, así como podemos confiar en Dios, también pueden confiar en nosotros. El mensaje que les hemos dado no es «sí» y «no» al mismo tiempo.
Pues Dios, que ordenó: «¡Que la luz brille en la oscuridad!», hizo brillar su luz en nuestra mente para que viéramos con claridad la gloria de Dios que brilla en el rostro de Jesucristo.
Tenemos confianza en que tendremos vida eterna, pues Dios, que no miente, así lo había prometido antes de la creación del mundo.
Es imposible que Dios mienta, y por eso la promesa y el juramento son dos realidades que no cambian. Eso nos anima fuertemente a seguir buscando la protección de Dios y a seguir confiando en la promesa que él nos ha dado.
El que cree en el Hijo de Dios acepta lo que Dios dice acerca de su Hijo. El que no le cree a Dios está diciendo que él es un mentiroso, pues no cree en lo que Dios ha dicho acerca de su Hijo.