La Biblia Online

Anuncios


Toda la Biblia A.T. N.T.




Juan 20:25 - Nueva Versión Internacional 2019 (simplificada - Nuevo Testamento)

así que los otros discípulos le dijeron: ―¡Hemos visto al Señor! Tomás les respondió: ―Si no veo la marca de los clavos en sus manos, meto mi dedo en las marcas y mi mano en su costado, no lo creeré.

Ver Capítulo
Mostrar Biblia Interlineal

Más versiones

Biblia Reina Valera 1960

Le dijeron, pues, los otros discípulos: Al Señor hemos visto. Él les dijo: Si no viere en sus manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi mano en su costado, no creeré.

Ver Capítulo

Biblia Nueva Traducción Viviente

Ellos le contaron: —¡Hemos visto al Señor! Pero él respondió: —No lo creeré a menos que vea las heridas de los clavos en sus manos, meta mis dedos en ellas y ponga mi mano dentro de la herida de su costado.

Ver Capítulo

Biblia Católica (Latinoamericana)

Los otros discípulos le dijeron: 'Hemos visto al Señor. Pero él contestó: 'Hasta que no vea la marca de los clavos en sus manos, no meta mis dedos en el agujero de los clavos y no introduzca mi mano en la herida de su costado, no creeré.

Ver Capítulo

La Biblia Textual 3a Edicion

Por tanto le dijeron los otros discípulos: Hemos visto al Señor. Pero él les dijo: A menos que vea en sus manos la señal de los clavos, y meta mi dedo en el lugar de los clavos, y meta mi mano en su costado, de ningún modo creeré.

Ver Capítulo

Biblia Serafín de Ausejo 1975

Los otros discípulos le decían: 'Hemos visto al Señor'. Pero él les respondió: 'Si no veo en sus manos la señal de los clavos, y no meto mi dedo en el lugar de los clavos y mi mano en su costado, no lo creeré'.

Ver Capítulo

Biblia Reina Valera Gómez (2023)

Le dijeron, pues, los otros discípulos: Hemos visto al Señor. Y él les dijo: Si no viere en sus manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi mano en su costado, no creeré.

Ver Capítulo
Otras versiones



Juan 20:25
25 Referencias Cruzadas  

―Salvó a otros —decían—, ¡pero no puede salvarse a sí mismo! ¡Y es el rey de Israel! Que baje ahora de la cruz, y así creeremos en él.


Pero ellos, al oír que Jesús estaba vivo y que ella lo había visto, no lo creyeron.


Estos volvieron y avisaron a los demás, pero no les creyeron a ellos tampoco.


Por último se apareció Jesús a los once mientras comían. Los reprendió por su falta de fe y por negarse a creer a los que lo habían visto resucitado.


―¡Qué torpes son ustedes —les dijo—, y qué tardos de corazón para creer todo lo que han dicho los profetas!


Andrés encontró primero a su hermano Simón y le dijo: ―Hemos encontrado al Mesías (es decir, el Cristo).


Luego le dijo a Tomás: ―Pon tu dedo aquí y mira mis manos. Acerca tu mano y métela en mi costado. Y no seas incrédulo, sino hombre de fe.


―¡Es el Señor! —dijo a Pedro el discípulo a quien Jesús amaba. Tan pronto como Simón Pedro le oyó decir: «Es el Señor», se puso la ropa, pues estaba semidesnudo, y se tiró al agua.


―¿Y qué señal harás para que la veamos y te creamos? ¿Qué puedes hacer? —insistieron ellos—.


Hermanos en la fe, cuídense de tener una mente que solo piensa en el pecado, que no cree y que los hace apartarse del Dios vivo.


¿Y a quiénes juró Dios que jamás entrarían en su lugar de descanso? Pues a los que desobedecieron.