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Juan 2:11 - Nueva Versión Internacional 2019 (simplificada - Nuevo Testamento)

Esta, la primera de sus señales milagrosas, la hizo Jesús en Caná de Galilea. Así reveló su gloria, y sus discípulos creyeron en él.

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Más versiones

Biblia Reina Valera 1960

Este principio de señales hizo Jesús en Caná de Galilea, y manifestó su gloria; y sus discípulos creyeron en él.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

Esta señal milagrosa en Caná de Galilea marcó la primera vez que Jesús reveló su gloria. Y sus discípulos creyeron en él.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

Esta señal milagrosa fue la primera, y Jesús la hizo en Caná de Galilea. Así manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en él.

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La Biblia Textual 3a Edicion

Este principio de las señales hizo Jesús en Caná de Galilea, y manifestó su gloria; y sus discípulos creyeron en Él.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

Ésta es la primera de las señales que Jesús realizó en Caná de Galilea. Así manifestó su gloria, y sus discípulos creyeron en él.

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Biblia Reina Valera Gómez (2023)

Este principio de milagros hizo Jesús en Caná de Galilea, y manifestó su gloria; y sus discípulos creyeron en Él.

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Otras versiones



Juan 2:11
43 Referencias Cruzadas  

Y el Verbo se hizo hombre y habitó entre nosotros. Hemos visto su gloria, la gloria del Hijo único del Padre. Y estaba lleno de amor y de verdad.


La Ley fue dada por medio de Moisés, pero el amor inmerecido de Dios y la verdad nos han llegado por medio de Jesucristo.


Al día siguiente, Jesús decidió salir hacia Galilea. Se encontró con Felipe y le dijo: ―Sígueme.


Jesús le dijo: ―¿Lo crees porque te dije que te vi cuando estabas debajo de la higuera? ¡Vas a ver cosas aún más grandes que estas!


Mucha gente llegaba hasta él y decía: «Aunque Juan nunca hizo ninguna señal milagrosa, todo lo que dijo acerca de este hombre era verdad».


y por causa de ustedes me alegro de no haber estado allí, para que crean. Pero vamos a verlo.


Entonces los jefes de los sacerdotes y los fariseos citaron a una reunión del tribunal. ―¿Qué vamos a hacer? —dijeron—. Este hombre está haciendo muchas señales milagrosas.


Muchos que se habían enterado de esa señal realizada por Jesús salían a su encuentro.


A pesar de haber hecho Jesús todas estas señales milagrosas en presencia de ellos, todavía no creían en él.


Esto lo dijo Isaías porque vio la gloria de Jesús y habló de él.


Cualquier cosa que ustedes pidan en mi nombre, yo la haré. Así, por medio del Hijo, el Padre recibirá gloria.


Pues el Padre mismo los ama porque me han amado y han creído que yo he venido de parte de Dios.


Ya podemos ver que sabes todas las cosas y que ni siquiera necesitas que nadie te haga preguntas. Por esto creemos que saliste de Dios.


Al tercer día se celebró una boda en Caná de Galilea, y la madre de Jesús se encontraba allí.


Mientras estaba en Jerusalén, durante la fiesta de la Pascua, muchos creyeron en su nombre al ver las señales milagrosas que hacía.


Este fue de noche a visitar a Jesús. ―Maestro —le dijo—, sabemos que has venido de parte de Dios. Pues nadie podría hacer las señales milagrosas que tú haces si Dios no estuviera con él.


Pero eso motivó que Jesús se fuera de Judea y volviera otra vez a Galilea.


Jesús volvió otra vez a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Había allí un funcionario real, cuyo hijo estaba enfermo en Capernaúm.


Esta fue la segunda señal que hizo Jesús después de que volvió de Judea a Galilea.


Así lo hizo para que todos honren al Hijo como lo honran a él. El que se niega a honrar al Hijo no honra al Padre que lo envió.


Al ver la señal que Jesús había realizado, la gente comenzó a decir: «En verdad este es el profeta, el que ha de venir al mundo».


Y mucha gente lo seguía, porque veía las señales milagrosas que hacía en los enfermos.


Jesús les respondió: ―Les aseguro que ustedes me buscan no porque han visto señales milagrosas, sino porque comieron pan hasta llenarse.


―¿Y qué señal harás para que la veamos y te creamos? ¿Qué puedes hacer? —insistieron ellos—.


Sin embargo, muchos creyeron en él, y decían: «Cuando venga el Cristo, ¿acaso va a hacer más señales milagrosas que este hombre?».


Algunos de los fariseos comentaban: «Ese hombre no viene de parte de Dios, porque no respeta el sábado». Otros decían: «¿Cómo puede un pecador hacer semejantes señales milagrosas?». Y había desacuerdo entre ellos.


Así que a todos nosotros nos han quitado la barrera y hemos entendido. Por eso nuestro rostro es como un espejo que refleja la gloria del Señor. Pues el Señor y el Espíritu son uno mismo, y nos van cambiando cada vez más. De ese modo, cada vez nos parecemos más y más al Señor y reflejamos más de su gloria.


Los sufrimientos que ahora tenemos son pequeños y no durarán mucho. Pero esas dificultades nos darán una gloria eterna que vale muchísimo más que todo sufrimiento.


Pues Dios, que ordenó: «¡Que la luz brille en la oscuridad!», hizo brillar su luz en nuestra mente para que viéramos con claridad la gloria de Dios que brilla en el rostro de Jesucristo.


Les escribo estas cosas a ustedes que creen en el Hijo de Dios. Lo hago para que sepan que tienen vida eterna.