María fue la que ungió con perfume al Señor y le secó los pies con sus cabellos.
Juan 13:14 - Nueva Versión Internacional 2019 (simplificada - Nuevo Testamento) Pues, si yo, el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies los unos a los otros. Más versionesBiblia Reina Valera 1960 Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros. Biblia Nueva Traducción Viviente Y, dado que yo, su Señor y Maestro, les he lavado los pies, ustedes deben lavarse los pies unos a otros. Biblia Católica (Latinoamericana) Pues si yo, siendo el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies unos a otros. La Biblia Textual 3a Edicion Pues si Yo, el Señor y el Maestro, os lavé los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros. Biblia Serafín de Ausejo 1975 Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros. Biblia Reina Valera Gómez (2023) Pues si yo, vuestro Señor y Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros. |
María fue la que ungió con perfume al Señor y le secó los pies con sus cabellos.
Con mi ejemplo les he mostrado que es necesario trabajar duro para ayudar a los necesitados. Recuerden las palabras del Señor Jesús: “Hay más gozo en dar que en recibir”».
Ámense los unos a los otros como hermanos. Trátense entre ustedes con respeto y honor.
Vivan en armonía los unos con los otros. No sean orgullosos, sino amigos de los humildes. No se crean los únicos que saben.
Por eso les digo que nadie que esté hablando guiado por el Espíritu de Dios puede maldecir a Jesús. Tampoco nadie puede decir: «Jesús es el Señor» si no es guiado por el Espíritu Santo.
Por lo tanto, si lo que como ocasiona la caída de mi hermano en la fe, no comeré carne jamás, para no hacerlo caer en pecado.
Yo, Pablo, por la ternura y la bondad de Cristo, les hago un ruego. Algunos dicen que soy tímido cuando me encuentro cara a cara con ustedes, pero muy valiente cuando estoy lejos.
Ya conocen el gran amor que les tiene nuestro Señor Jesucristo. No lo merecían, pero él, aunque era rico, se hizo pobre para ayudarlos. Lo hizo para que, por medio de su pobreza, ustedes llegaran a ser ricos.
Les hablo así, hermanos en la fe, porque ustedes han sido llamados a ser libres. Pero no usen esa libertad para dejar que los malos deseos los controlen. Más bien ayúdense unos a otros con amor.
Además, que sea reconocida por sus buenas obras, tales como criar hijos, practicar la hospitalidad y lavar los pies de los creyentes. Que sea de las que ayudan a los que sufren y que aproveche toda oportunidad para hacer el bien.
Fijemos la mirada en la meta, que es Jesús, quien nos dio y perfeccionó nuestra fe. Él, por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, sin importarle la vergüenza que ella significaba. Y ahora está sentado en el sitio de más honor, al lado derecho del trono de Dios.
Por tanto, ya que Cristo sufrió, yo espero que ustedes estén dispuestos a sufrir también. Porque el que ha sufrido ha terminado con el pecado.
Así mismo, jóvenes, obedezcan a sus líderes. Sean todos humildes cuando traten a los demás, porque: «Dios se opone a los orgullosos, pero trata con amor a los humildes».