Cuando alguien oye la palabra acerca del reino y no la entiende, viene el maligno y arrebata lo que se sembró en su corazón. Estas son las semillas sembradas junto al camino.
Hechos 8:30 - Nueva Versión Internacional 2019 (simplificada - Nuevo Testamento) Felipe se acercó de prisa al carro y, al oír que el hombre leía al profeta Isaías, le preguntó: ―¿Acaso entiende usted lo que está leyendo? Más versionesBiblia Reina Valera 1960 Acudiendo Felipe, le oyó que leía al profeta Isaías, y dijo: Pero ¿entiendes lo que lees? Biblia Nueva Traducción Viviente Felipe se acercó corriendo y oyó que el hombre leía al profeta Isaías. Felipe le preguntó: —¿Entiendes lo que estás leyendo? Biblia Católica (Latinoamericana) Y mientras Felipe corría, le oía leer al profeta Isaías. Le preguntó: '¿Entiendes lo que estás leyendo?' La Biblia Textual 3a Edicion Corriendo Felipe, lo oyó leyendo al profeta Isaías, y dijo: Pero, ¿entiendes lo que lees? Biblia Serafín de Ausejo 1975 Corrió Felipe a su lado y oyó que iba leyendo al profeta Isaías. Y le dijo: '¿Crees que entiendes lo que vas leyendo?'. Biblia Reina Valera Gómez (2023) Y corriendo Felipe hacia él, le oyó que leía el profeta Isaías, y le dijo: ¿Entiendes lo que lees? |
Cuando alguien oye la palabra acerca del reino y no la entiende, viene el maligno y arrebata lo que se sembró en su corazón. Estas son las semillas sembradas junto al camino.
Pero el que recibió la semilla que cayó en buen terreno es el que oye la palabra y la entiende. Este sí produce una cosecha hasta el cien, el sesenta y el treinta por uno».
―¿Han entendido todo esto? —les preguntó Jesús. ―Sí —respondieron ellos. Entonces concluyó Jesús:
»Así que, cuando vean en el lugar santo “el horrible sacrilegio”, del que habló el profeta Daniel (el que lee, que lo entienda),
»Ahora bien, cuando vean “el horrible sacrilegio” donde no debe estar (el que lee, que lo entienda), entonces los que estén en Judea huyan a las montañas.
―Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y terminar su obra —les dijo Jesús—.
Ustedes estudian las Escrituras con mucho cuidado, porque piensan que en ellas encuentran la vida eterna. ¡Y son ellas las que dan testimonio en mi favor!
Felipe comenzó el viaje y se encontró con un importante oficial etíope. Estaba encargado de todo el tesoro de la Candace, reina de los etíopes. Este había ido a Jerusalén para adorar.
―¿Y cómo voy a entenderlo —contestó— si nadie me lo explica? Así que invitó a Felipe a subir y sentarse con él.
Sin embargo, en la iglesia prefiero hablar cinco palabras que se entiendan. Pues, si me doy a entender, podré instruir a los demás. Eso es más útil que hablar diez mil palabras en lenguas extrañas.
Para esto se necesita sabiduría. El que tenga entendimiento, calcule el número de la bestia, que corresponde a una persona. Ese número es el seiscientos sesenta y seis.