El pecado no tiene dominio sobre ustedes, porque ya no se les juzga de acuerdo a la Ley, sino que viven protegidos por el amor y la bondad de Dios.
Hebreos 12:18 - Nueva Versión Internacional 2019 (simplificada - Nuevo Testamento) Ustedes no se acercaron a una montaña ardiendo en fuego, como lo hicieron los israelitas en el monte Sinaí. No se enfrentaron a la oscuridad, a las tinieblas ni a la tormenta. Más versionesBiblia Reina Valera 1960 Porque no os habéis acercado al monte que se podía palpar, y que ardía en fuego, a la oscuridad, a las tinieblas y a la tempestad, Biblia Nueva Traducción Viviente Ustedes no se han acercado a una montaña que se pueda tocar, a un lugar que arde en llamas, un lugar de oscuridad y tinieblas, rodeado por un torbellino, como les sucedió a los israelitas cuando llegaron al monte Sinaí. Biblia Católica (Latinoamericana) Recuerden su iniciación. No hubo aquel fuego físico que ardía junto a la nube oscura y la tempestad, La Biblia Textual 3a Edicion Porque no os habéis acercado a un monte° palpable y que ardía en fuego, y a oscuridad, y tinieblas, y al torbellino, Biblia Serafín de Ausejo 1975 Ahora bien, vosotros no os habéis acercado a realidades palpables: fuego ardiente, tinieblas, torbellino, Biblia Reina Valera Gómez (2023) Porque no os habéis acercado al monte que se podía tocar, que ardía con fuego, y al turbión, y a la oscuridad, y a la tempestad, |
El pecado no tiene dominio sobre ustedes, porque ya no se les juzga de acuerdo a la Ley, sino que viven protegidos por el amor y la bondad de Dios.
Y el Espíritu, que Dios les ha dado, no los hace otra vez esclavos del miedo. Al contrario, el Espíritu los adopta como hijos y les permite decirle a Dios: «¡Abba! ¡Padre!».
La Ley que Dios le entregó a Moisés fue escrita en piedra, y esa Ley nos condena a morir, pues nadie puede obedecerla. Ahora bien, el momento de la entrega de esa Ley fue tan glorioso que los israelitas no podían mirar la cara de Moisés. No podían mirarla porque su rostro brillaba intensamente a causa de la gloria de Dios. Pero ese brillo pronto iba a desaparecer.
Si fue tan gloriosa la entrega de una Ley que nos condena a muerte, ¡cuánto más gloriosa será la entrega del nuevo pacto que nos hace justos delante de Dios!
Pues Dios no nos ha dado su Espíritu para que vivamos con timidez, sino con poder, amor y dominio propio.