Llegó también el que recibió dos mil monedas. “Señor —informó—, usted me encargó dos mil monedas. Mire, he ganado otras dos mil”.
2 Corintios 8:1 - Nueva Versión Internacional 2019 (simplificada - Nuevo Testamento) Ahora, hermanos en la fe, queremos contarles del amor inmerecido que Dios les ha mostrado a las iglesias de Macedonia. Más versionesBiblia Reina Valera 1960 Asimismo, hermanos, os hacemos saber la gracia de Dios que se ha dado a las iglesias de Macedonia; Biblia Nueva Traducción Viviente Ahora quiero que sepan, amados hermanos, lo que Dios, en su bondad, ha hecho por medio de las iglesias de Macedonia. Biblia Católica (Latinoamericana) Ahora queremos darles a conocer una gracia de Dios con que fueron favorecidas las Iglesias de Macedonia. La Biblia Textual 3a Edicion Ahora bien hermanos, os hacemos saber la gracia de Dios dada en las iglesias de Macedonia, Biblia Serafín de Ausejo 1975 Queremos que conozcáis, hermanos, la gracia que Dios ha otorgado a las iglesias de Macedonia: Biblia Reina Valera Gómez (2023) Asimismo, hermanos, os hacemos saber la gracia de Dios que ha sido dada a las iglesias de Macedonia; |
Llegó también el que recibió dos mil monedas. “Señor —informó—, usted me encargó dos mil monedas. Mire, he ganado otras dos mil”.
Cuando él llegó y vio las evidencias de la bondad de Dios, se alegró. Entonces animó a todos a seguir firmes en la obediencia al Señor.
Durante la noche, Pablo tuvo una visión en la que un hombre de Macedonia, puesto de pie, le rogaba: «Pasa a Macedonia y ayúdanos».
»Después de una ausencia de varios años, volví a Jerusalén para traerle donativos a mi pueblo y presentar ofrendas.
A los creyentes de Macedonia y Acaya les pareció bien hacer una colecta para los creyentes pobres de Jerusalén.
Pero soy apóstol gracias al amor de Dios, aunque no merezco ese amor. Ese amor por mí ha dado resultados, pues he trabajado con más fuerza que los demás apóstoles. Sin embargo, reconozco que no soy yo quien lo ha logrado. Ha sido obra de Dios, quien me ha amado sin yo merecerlo.
Cuando estuve entre ustedes y necesité algo, ninguno de ustedes tuvo que darme nada. Fueron los hermanos en la fe que llegaron de Macedonia los que dieron dinero para mis necesidades. He evitado serles una carga en cualquier sentido, y seguiré evitándolo.
Esta manera de servir a los demás no solo suple las necesidades de los creyentes, también hace que ellos den muchísimas gracias a Dios.
porque sé que tienen buenos deseos de ayudar. Esto lo he comentado con orgullo entre los macedonios. Les he dicho que, desde el año pasado, ustedes los de Acaya estaban preparados para dar. El entusiasmo de ustedes ha motivado a la mayoría de ellos.
De este modo, si algunos macedonios van conmigo a verlos, no los encontrarán desprevenidos. Pues, si así fuera, sentiríamos gran vergüenza de haber confiado tanto en ustedes. Creo que para ustedes también sería una vergüenza.
Yo soy el más insignificante de todos los creyentes. Sin embargo, recibí este privilegio inmerecido de predicar a las naciones acerca de las incontables bendiciones que Cristo nos puede dar.
En efecto, ustedes aman a todos los creyentes que viven en Macedonia. No obstante, hermanos en la fe, les animamos a amarse aún más.