En aquel día bramará contra ella como brama el mar. Si alguien contempla la tierra, la verá sombría y angustiada; entonces la luz se ocultará tras negros nubarrones.
Jeremías 30:5 - Biblia Nueva Versión Internacional 2022 «Así dice el Señor: »“Hemos escuchado un grito de espanto; no hay paz, sino terror. Más versionesBiblia Reina Valera 1960 Porque así ha dicho Jehová: Hemos oído voz de temblor; de espanto, y no de paz. Biblia Nueva Traducción Viviente Esto dice el Señor: «Oigo gritos de temor; hay terror y no hay paz. Biblia Católica (Latinoamericana) Esto dice Yavé:
He oído un grito de terror,
de pánico, no de paz. La Biblia Textual 3a Edicion Así dice YHVH: ¡Gritos de terror hemos oído, De espanto y no de paz! Biblia Serafín de Ausejo 1975 Así dice Yahveh: 'Oigo gritos de terror, de temor, y no de paz. Biblia Reina Valera Gómez (2023) Porque así dice Jehová: Hemos oído voz de temblor, de temor, y no de paz. |
En aquel día bramará contra ella como brama el mar. Si alguien contempla la tierra, la verá sombría y angustiada; entonces la luz se ocultará tras negros nubarrones.
Todos nosotros gruñimos como osos, gemimos como palomas. Esperábamos la justicia y no llegó; la liberación sigue lejos de nosotros.
Sobre todas las lomas desoladas vinieron depredadores. La espada del Señor destruirá el país de un extremo al otro y nadie estará seguro.
Escuchen el clamor de los pastores y el gemido de los jefes del rebaño, porque el Señor destruye sus pastizales.
Pero ¿qué es lo que veo? Sus guerreros están derrotados; aterrados retroceden. Sin mirar atrás, huyen despavoridos. ¡Cunde el terror por todas partes!», afirma el Señor.
Así dice el Señor: «¡Miren! Del norte viene un ejército; una gran nación se moviliza desde los confines de la tierra.
Vístete de luto, pueblo mío; revuélcate en las cenizas. Llora amargamente, como lo harías por un hijo único, porque nos cae por sorpresa el que viene a destruirnos.
Desde Dan se escucha el resoplar de sus caballos; cuando relinchan sus corceles, tiembla toda la tierra. Vienen a devorarse el país y todo lo que hay en él, la ciudad y todos sus habitantes.
El clamor de mi pueblo se levanta y viene de una tierra lejana: «¿Acaso no está el Señor en Sión? ¿No está allí su Rey?». «¿Por qué me provocan con sus ídolos, con sus dioses inútiles y extraños?».
Desde Sión se escuchan quejidos y lamentos: “Hemos sido devastados; nos han avergonzado por completo. Tenemos que abandonar nuestra tierra, porque han derribado nuestras casas”».
Convertiré en luto sus fiestas religiosas y en cantos fúnebres todas sus canciones. Los vestiré de luto y afeitaré su cabeza. Será como si lloraran la muerte de un hijo único y terminarán el día en amargura.
Ridiculizan a los reyes, se burlan de los gobernantes; se ríen de toda ciudad amurallada, pues construyen rampas y la toman.
Estoy incitando a los babilonios, ese pueblo despiadado e impetuoso, que recorre toda la tierra para apoderarse de territorios ajenos.