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Daniel 4:30 - Biblia Nueva Versión Internacional 2022

exclamó: «¿No es esta la gran Babilonia que he construido como capital del reino, con mi enorme poder y para la gloria de mi majestad?».

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Más versiones

Biblia Reina Valera 1960

habló el rey y dijo: ¿No es esta la gran Babilonia que yo edifiqué para casa real con la fuerza de mi poder, y para gloria de mi majestad?

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Biblia Nueva Traducción Viviente

y mientras contemplaba la ciudad, dijo: “¡Miren esta grandiosa ciudad de Babilonia! Edifiqué esta hermosa ciudad con mi gran poder para que fuera mi residencia real a fin de desplegar mi esplendor majestuoso”.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

Esas palabras se cumplieron inmediatamente. Nabucodonosor fue expulsado de entre los hombres; comía pasto como el buey y el rocío del cielo mojaba su cuerpo; sus cabellos crecieron como las plumas del águila y sus uñas como las de los pájaros.

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La Biblia Textual 3a Edicion

el rey habló diciendo: ¿No es ésta la gran Babilonia que yo edifiqué para morada real con la grandeza de mi poder, para gloria de mi majestad?

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

En aquel mismo instante se cumplió en Nabucodonosor la sentencia. Fue expulsado de entre los hombres, comió hierba como los bueyes y su cuerpo se empapó del rocío del cielo; le crecieron los cabellos como las plumas de las águilas y las uñas como las de los pájaros.

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Biblia Reina Valera Gómez (2023)

habló el rey, y dijo: ¿No es esta la gran Babilonia, que yo edifiqué para casa del reino, con la fuerza de mi poder, y para gloria de mi grandeza?

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Otras versiones



Daniel 4:30
33 Referencias Cruzadas  

Las principales ciudades de su reino fueron Babel, Érec, Acad y Calné, en la región de Sinar.


Durante ciento ochenta días les mostró la enorme riqueza de su reino y la esplendorosa gloria de su majestad.


¡Bendice, alma mía, al Señor! Señor mi Dios, tú eres grandioso; te has revestido de gloria y majestad.


La gente rica carece de entendimiento; al igual que las bestias, perece.


Ellos se burlan, hablan con maldad, y arrogantes oprimen y amenazan.


Con el orgullo viene la deshonra; con la humildad, la sabiduría.


Tras el orgullo viene la destrucción; tras la altanería, el fracaso.


El altivo será humillado, pero el de espíritu humilde será enaltecido.


Babilonia, la perla de los reinos, la gloria y el orgullo de los babilonios, quedará como Sodoma y Gomorra cuando Dios las destruyó.


Adviértele que así dice el Señor y Dios: »“Yo estoy contra ti, faraón, rey de Egipto, gran monstruo que yaces en el cauce de tus arroyos, que dices: ‘El Nilo es mío, es mi creación’.


No había terminado de hablar cuando se escuchó una voz que desde el cielo decía: «Este es el decreto en cuanto a ti, rey Nabucodonosor. Tu autoridad real se te ha quitado.


Son un viento que a su paso arrasa todo; su pecado es hacer de su fuerza un dios».


Porque todo el que a sí mismo se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido.


Si es así, el que los invitó a los dos vendrá y te dirá: “Cédele tu asiento a este hombre”. Entonces, avergonzado, tendrás que ocupar el último asiento.


En conclusión, ya sea que coman o beban o hagan cualquier otra cosa, háganlo todo para la gloria de Dios.


Así mismo, jóvenes, sométanse a los líderes. Revístanse todos de humildad en su trato mutuo, porque: «Dios se opone a los orgullosos, pero da gracia a los humildes».


Lo seguía un segundo ángel que gritaba: «¡Ya cayó! Ya cayó la gran Babilonia, la que hizo que todas las naciones bebieran el excitante vino de su adulterio».


La gran ciudad se partió en tres y las ciudades de las naciones se desplomaron. Dios se acordó de la gran Babilonia y le dio a beber de la copa llena del vino de la ira de su castigo.


En la frente llevaba escrito un nombre misterioso: la gran babilonia madre de las prostitutas y de las abominaciones de la tierra.


Aterrorizados al ver semejante castigo, se mantendrán a distancia y gritarán: «¡Ay! ¡Ay de ti, la gran ciudad, Babilonia, ciudad poderosa, porque en una sola hora ha llegado tu juicio!».


Entonces un ángel poderoso levantó una piedra del tamaño de una gran rueda de molino y la arrojó al mar diciendo: «Así también tú, Babilonia, gran ciudad, serás derribada con la misma violencia y desaparecerás de la faz de la tierra.