Ni yo ni mi pueblo somos nadie para atrevernos a hacerte estos donativos, pues todo procede de ti y solo te damos lo que de ti hemos recibido.
Lucas 8:3 - La Palabra (versión española) Juana, la mujer de Cusa, administrador de Herodes; Susana y muchas otras. Todas ellas ayudaban con sus propios recursos a Jesús y sus discípulos. Más versionesBiblia Reina Valera 1960 Juana, mujer de Chuza intendente de Herodes, y Susana, y otras muchas que le servían de sus bienes. Biblia Nueva Traducción Viviente Juana, la esposa de Chuza, administrador de Herodes; Susana; y muchas otras que contribuían con sus propios recursos al sostén de Jesús y sus discípulos. Biblia Católica (Latinoamericana) Juana, mujer de un administrador de Herodes, llamado Cuza; Susana, y varias otras que los atendían con sus propios recursos. La Biblia Textual 3a Edicion y Juana, mujer de Chuza, mayordomo de Herodes, y Susana, y otras muchas que los° servían con sus bienes.° Biblia Serafín de Ausejo 1975 Juana, la mujer de Cusa, administrador de Herodes; Susana y otras muchas, que les ayudaban con sus propios bienes. Biblia Reina Valera Gómez (2023) y Juana, esposa de Chuza, mayordomo de Herodes, y Susana, y otras muchas que le servían de sus bienes. |
Ni yo ni mi pueblo somos nadie para atrevernos a hacerte estos donativos, pues todo procede de ti y solo te damos lo que de ti hemos recibido.
Pero el fruto de sus mercancías y de sus servicios será consagrado al Señor. No será almacenado ni acumulado, pues servirá para que los que habitan junto al Señor coman hasta saciarse y se vistan con elegancia.
Es que Herodes había hecho arrestar a Juan, lo encadenó y lo encerró en la cárcel por causa de Herodías, la esposa de su hermano Filipo.
Pero el día del cumpleaños de Herodes, la hija de Herodías salió a bailar en medio de los invitados; y tanto le gustó a Herodes,
Entraron entonces en la casa, vieron al niño con su madre María y, cayendo de rodillas, le adoraron. Sacaron luego los tesoros que llevaban consigo y le ofrecieron oro, incienso y mirra.
Al anochecer, el amo de la viña ordenó a su capataz: «Llama a los jornaleros y págales su salario, empezando por los últimos hasta los primeros».
Y el rey les dirá: «Os aseguro que todo lo que hayáis hecho en favor del más pequeño de mis hermanos, a mí me lo habéis hecho».
A los pobres los tendréis siempre entre vosotros, pero a mí no me tendréis siempre.
Había también allí muchas mujeres contemplándolo todo de lejos. Eran las que habían seguido a Jesús desde Galilea para atenderlo.
Así pues, fueron María Magdalena, Juana, María la madre de Santiago, y las otras que estaban con ellas, quienes comunicaron a los apóstoles lo que había pasado.
En realidad, a él los pobres le traían sin cuidado; dijo esto porque era ladrón y, como tenía a su cargo la bolsa del dinero, robaba de lo que depositaban en ella.
Había en la iglesia de Antioquía varios profetas y maestros; a saber, Bernabé, Simeón, apodado el Negro; Lucio de Cirene, Manaén, hermano de leche del tetrarca Herodes, y Saulo.
Ya conocéis cuál fue la generosidad de nuestro Señor Jesucristo: siendo rico como era, se hizo pobre por vosotros para enriqueceros con su pobreza.
así como todos los demás cristianos, y en particular los de la casa imperial.
y gozar de buena fama por haber educado bien a sus hijos, por haber practicado la hospitalidad, por haber atendido solícitamente a los creyentes y por haber socorrido a los atribulados; en una palabra, por haber practicado toda clase de bien.