Quizás hayas oído el dicho: «Nuestros sueños o metas más pequeños son grandes para el amor de Dios; Y todo lo que podamos ver grande e inalcanzable son pequeñas para su poder». ¡Una extraordinaria verdad! lo que consideramos pequeño e insignificante en nuestra vida le interesa al Señor. Pero aquello que podemos ver como un problema o crisis enorme, jamás sobrepasará su sabiduría y poder. Y, como nos ama, nos insta a hablarle confiadamente de todo los que nos agobia.(1 Pedro 5:7).
¿Entonces esto quiere decir que podemos pedir a Dios cualquier cosa y esperar recibirla? Por ejemplo, ¿tiene derecho un creyente que juega béisbol pedirle a Dios la victoria en un juego y esperar que Él intervenga para ayudar a su equipo a ganar? ¿Y si los jugadores del equipo contrario también están orando por la victoria?
La fe en Jesucristo y el orar en su nombre es algo digno de alabanza, pero debemos estar seguros de pedir conforme a lo que sabemos que Él quiere y que esta dentro de su voluntad. Es posible traspasar el límite que separa la dependencia confiada de la ambición e ingratitud.
La fe bíblica está fundamentada por la sumisión a la voluntad del Padre (1 Juan 5:14). Por eso, toda petición u oración debe hacerse de tal manera que refleje la conducta de Jesús, quien dijo a su Padre: «…no se haga mi voluntad, sino la tuya» (Lucas 22:42).