Conoce estas magnificas claves para el crecimiento espiritual

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Necesitamos ver a Cristo

Por lo tanto, la vida cristiana consiste en vivir con nuestra mirada puesta en el Señor (Hebreos 12:1-2). Cuanto más veamos a Cristo, más de Él se verá en nosotros. Así daremos fruto que le honre (Juan 15:4-5). No seremos idénticos a Cristo en este lado de la eternidad, ya que aún estamos en guerra contra nuestro pecado. Pero seremos semejantes a Cristo cuando le veamos perfectamente (1 Juan 3:2). Y si esa es nuestra esperanza, buscaremos verlo más y más ahora (1 Juan 3:3). «La vida cristiana consiste en vivir con nuestra mirada puesta en el Señor«.

Mírate a ti mismo con honestidad y verás que estás lleno de contradicciones, debilidades, y fallas. También soy así, frágil y necesitado de misericordia constante. Pero miremos a Cristo, y hallaremos que en Él está todo lo que necesitamos y mucho más. Bien lo dijo Robert Murray M’Cheyne: “Por cada vez que te mires a ti mismo, mira diez veces a Cristo”.

Él es el sol que hace florecer el fruto en nuestras vidas. Él es la luz que nos convierte en fotografías vivas de Su gloria.

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El evangelio de la gloria

Primero, debemos comprender que la gloria de Cristo es una gloria que hoy no se percibe con nuestra vista humana. Es una gloria que se percibe espiritualmente. De hecho, si creemos el evangelio, ya hemos empezado a “ver” esa gloria transformadora. Fue lo que ocurrió en nuestra conversión, como afirma Pablo:

Y si todavía nuestro evangelio está velado, para los que se pierden está velado, en los cuales el dios de este mundo ha cegado el entendimiento de los incrédulos, para que no vean el resplandor del evangelio de la gloria de Cristo, que es la imagen de Dios. Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Cristo Jesús como Señor, y a nosotros como siervos de ustedes por amor de Jesús. Pues Dios, que dijo: ‘De las tinieblas resplandecerá la luz’, es el que ha resplandecido en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en el rostro de Cristo”, 2 Corintios 4:3-6.

Las personas en perdición no pueden ver el resplandor del evangelio de la gloria de Cristo. Ellas están ciegas y muertas espiritualmente. Pero por la gracia de Dios los creyentes tenemos vida espiritual. Podemos ver a Cristo tan hermoso y poderoso como realmente lo es, mientras el resto del mundo piensa que el evangelio es una locura (1 Corintios 1:22-252:14). Podemos responder a la revelación de la gloria de Dios en Cristo.

Contemplamos la gloria de Cristo y crecemos en el Señor al buscar profundizar en la Palabra de Dios para mirar más a Jesús.

En el evangelio Dios muestra sus atributos, como su amor, su justicia, su gracia, su sabiduría, su poder. Muestra una belleza indescriptible, una que nos atrapa, nos lleva a vivir para Él, y nos hace más como Jesús. Nada en el universo es más espectacular que esto. Por eso toda la Escritura se trata sobre Jesús (Lucas 24:27; Juan 5:39). En la Biblia, Cristo es revelado para que veamos su gloria al conocerlo.

Ten la mirada en Cristo

Entonces, ¿qué concluimos hasta ahora? Si el evangelio es el centro de la Palabra, y es el evangelio de la gloria de Cristo, y si Dios en su misericordia nos ha dado ojos espirituales para ver esa gloria que nos transforma, entonces contemplamos la gloria de Cristo y crecemos en el Señor al buscar profundizar en la Palabra de Dios para mirar más a Jesús.

Esto significa que nuestra mayor necesidad antes de la conversión es ver la gloria de Cristo en su Palabra, y nuestra mayor necesidad luego de la conversión es seguir viendo esa misma gloria, creciendo en el conocimiento de Él. Por eso predicadores como Martyn Lloyd-Jones, Charles Spurgeon, y muchos otros han hablado sobre la importancia de predicarnos a diario el evangelio a nosotros mismos.

Y es por eso que las disciplinas espirituales son tan importantes: necesitamos disciplinarnos para crecer en el conocimiento de Dios, con la mirada puesta en Jesús.

En resumen, la única forma de avanzar hacia la meta que Dios tiene para nosotros es levantando la mirada por encima de nosotros mismos, nuestras circunstancias, las distracciones, y los mensajes que constantemente nos da nuestra cultura de espalda a Dios. Crecemos cuando vemos hacia arriba, al Cristo que vivió, murió, y resucitó por nosotros, y que ahora reina en Majestad.

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